El 5 de febrero de 1946 fue inaugurada la Plaza de Toros México, la más grande del mundo. En el marco de los festejos, una réplica fiel de la Virgen de Guadalupe dio la vuelta al ruedo ante miles de aficionados.
Esa misma imagen se mantiene colgada a la entrada de la Capilla del Coso de Insurgentes, donde cada domingo los toreros de oro y plata se asoman para rezar una oración y encomendarse a su protección minutos antes de entrar al ruedo.
Ante esa imagen se han santiguado famosos toreros de México y España como Lorenzo Garza, Fermín Espinosa “Armillita”, Luis Castro “El Soldado”, Manolo Martínez, Pedro Gutiérrez “el Niño de la Capea” y Enrique Ponce, entre muchos otros.
“Prácticamente todos, picadores, banderilleros, monosabios y apoderados, todos pasan a persignarse frente a la imagen”, cuenta Irma Morales, encargada del resguardo y limpieza de la capilla.
Sin embargo, de entre todos ellos recuerda con especial cariño a David Silveti, ‘El Rey David’.
“Él era muy guadalupano, casi lloraba frente a la Virgen”, cuenta la señora Irma, conocida como la “Güera de la Capilla”, quien comenzó su labor cuando tenía 5 años de edad, el día de la corrida inaugural, de la mano de su abuela, Jovita Morales.
Silveti, uno de los toreros consentidos de la Plaza México, falleció en 2003; no obstante, su hijo Diego Silveti decidió seguir sus pasos, heredando de él la pasión por los toros y su profundo amor a la Guadalupana.
“Mi papá y mi mamá son dos personas con mucha fe, católicos y especialmente guadalupanos, -comenta el torero-. De manera especial mi papá, en su carrera y en su vida diaria, tuvo a la Virgen de Guadalupe como su principal ‘apoderada’ (representante)”.
“Ahora, yo también la tomé como mi ‘apoderada’. Ella siempre está muy presente en todas mis corridas, pero también en mi día a día”, dice a Desde la fe.
Cada tarde los toreros se juegan la vida y, quizá por esto, la mayoría de ellos son especialmente fervorosos. Diego, por ejemplo, cuelga en su corbata una medalla de la Virgen que le regaló su padre, y sus capotes de paseo llevan grabada la imagen de la Morenita del Tepeyac.
Recuerda muchas anécdotas en las que ha sentido especialmente el manto protector de Ella, aunque ahora le viene a la memoria uno especialmente.
“El primer rabo que corté fue un triunfo muy importante en la Plaza México, y ocurrió un 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe”, recuerda emocionado.
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“La Virgen era la ‘apoderada’ de mi papá y ahora también la mía. Siempre está muy presente en todas mis corridas, pero también en mi día a día”. Diego Silveti, Torero.
“Prácticamente todos -picadores, banderilleros, apoderados- pasan a persignarse frente a la imagen antes de entrar al ruedo”. Irma Morales, Encargada de la capilla.
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