¿Cómo fue que un pueblo de apenas 12,000 habitantes logró tener una iglesia diseñada por uno de los arquitectos más reconocidos de la historia reciente de México?
Gracias a la fe y a la unidad de sus pobladores, Tocumbo, Michoacán, también conocida como la Cuna de la paleta de hielo, logró construir la Parroquia del Sagrado Corazón, diseñada por Pedro Ramírez Vázquez, también creador de la Basílica de Guadalupe.
Pero éste no es cualquier municipio; siempre ha estado a la vanguardia. Todas sus calles están pavimentadas y fue la primera localidad de la zona norte de Michoacán en contar con todos los servicios básicos, en buena medida, gracias a la unión de sus pobladores, y a los helados y las paletas.
“Esa unión del pueblo hizo que el municipio estuviera totalmente urbanizado y adelantado a todos los pueblos de la región. Fue de los primeros en tener clave LADA, en aparecer en la Terminal del Norte de la Ciudad de México con corrida especial. También fue de los primeros en tener internet”, dice Alejandro Andrade Andrade, propietario de la empresa Michoacán A Pedir de Boca, con decenas de paleterías en el país.
Y es que Tocumbo es conocido por ser el pueblo donde se originó la marca La Michoacana, con presencia en prácticamente todo el territorio nacional, en Estados Unidos y hasta en Panamá.
Todo inició en 1937, cuando Rafael Malvafón comenzó a elaborar paletas heladas, que vendían jóvenes trabajadores en distintos puntos de la región, y que transportaban en pequeñas cajas de madera.
“Primero la venta era a nivel regional y muy rudimentaria, con sabores muy sencillos como limón y fresa. Vendían principalmente en los pueblos de la zona”. Poco a poco, los empleados aprendieron los secretos de la industria y, gracias a la electricidad, abrieron paleterías en distintos puntos del país.
Entre ellos, destacaron los hermanos Ignacio y Luis Alcázar, y Agustín Andrade, quienes se establecieron en la Ciudad de México para ampliar el negocio.
Cuando un tocumbense tenía éxito –agrega Andrade Andrade- llamaba a alguien del pueblo a trabajar con él.
“Los mismos propietarios otorgaban el crédito a los empleados y se convertían en algo así como un banco privado, aunque en nivel de usura. No obstante, el beneficio era bueno para ambas partes. El empleado no necesitaba cumplir grandes requisitos más que la palabra o la firma de algún pagaré, pero no era necesario ningún fiador, porque todos se conocían”, agrega Andrade Andrade.
Gracias a este particular esquema, aunque no hay cifras exactas, se calcula que existen entre 10,000 y 15,000 La Michoacana en todo el país.
“En algún punto de esta historia a alguien se le ocurrió el nombre de La Michoacana”. Fue el propio Andrade quien, en los años noventa, dotó a todos los negocios originarios de Tocumbo de una misma identidad, con el color rosa mexicano y el logotipo de la niña indígena purépecha, que caracteriza a las paleterías.
Pero los empresarios del pueblo no sólo se unieron para sacar su negocio adelante, sino también para hacer la parroquia que está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, patrono de los paleteros.
De acuerdo con Andrade Andrade, la construcción de la Iglesia fue una iniciativa del presbítero Adán Olloqui García, quien logró el apoyo del gobierno del Estado, del municipio, de los pobladores y de los empresarios, entre ellos a José Andrade, Luis Alcázar y Rafael Abarca, todos ligados a la industria paletera.
“Se formó un comité del paletero en el que hubo muchísima ayuda. Todo el pueblo contribuyó, fue una gran muestra de unión donde todas las familias se volcaron sobre el proyecto”.
La Fiesta del Paletero, que se lleva a cabo en diciembre de cada año, fue el espacio en el que se acordaban y conseguían los donativos para la construcción del templo, que concluyó en 1986.
Que la creación la liderara Pedro Ramírez Vázquez dio fama a la parroquia, ya que él se encargó de obras como el Estadio Azteca, el Museo de Antropología e Historia y el Palacio Legislativo de San Lázaro. No obstante, en territorio nacional solamente diseñó dos iglesias: La Basílica de Guadalupe y esta.
Pero, para los habitantes de Tocumbo, este templo va más allá de la fama de quien lo hizo, pues quedó como una muestra para sus habitantes de la fe y la unidad de todos.
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