La coronación de Fátima Bosch como Miss Universo destacó no solo por su triunfo, sino por sus gestos de fe en un escenario global. Su persignación y mensaje a Dios abren una conversación sobre el valor de profesar la fe en espacios públicos y mediáticos.
Cuando los maestros de ceremonias anunciaron que Fátima Bosch, representante de México, era la nueva Miss Universo 2025, millones de personas observaron cómo la joven, antes de celebrar, hizo algo inesperado para un escenario de glamour, cámaras y competencia: se persignó, miró al cielo y agradeció a Dios.
Horas después, hizo su primer posteo en redes sociales como Miss Universo, en el que escribió: “Hoy confirmé de nuevo que lo que Dios tiene destinado para ti, ni la envidia lo para, ni el destino lo aborta, ni la suerte lo cambia. Viva Cristo Rey❤️🔥”
Dos gestos simples, pero muy poderosos, que trascienden la corona. Fátima Bosch hizo visible la fe en un espacio donde casi nunca se habla de ella.
Y sus acciones no fueron improvisadas. En entrevistas previas, ya lo había mencionado: “Soy muy católica… Cuando tengo días muy saturados o de mucha presión, lo que hago es meditar o a mí me sirve mucho ir al Santísimo. De verdad, yo entro ahí y todo se me sale, y para saber gestionar lo que sientes”.
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Que una mujer haga públicamente la señal de la cruz en Miss Universo tiene un peso especial.
Este certamen, más allá del espectáculo, es un escaparate cultural, un termómetro de tendencias y un espacio que suele evitar expresiones religiosas para mantener una imagen “neutral” ante una audiencia global.
Por eso el valor de sus gestos aumenta, más cuando los realiza en el epicentro de la presión mediática, en un entorno donde reina la competencia, la apariencia y el discurso políticamente correcto.
Ahí, frente a millones de televidentes en el mundo, la concursante mexicana mostró que la belleza no es solo estética, sino coherencia interior: “Como mujer y Miss Universo quiero alzar mi voz y ponerla al servicio de los demás”, había dicho durante la última ronda de preguntas.
Este concurso es una industria en la que muchas jóvenes luchan contra estereotipos, inseguridades y expectativas imposibles. En este entorno, Fátima Bosch envía un mensaje ajeno a las apariencias para decirle al mundo que la fortaleza no sólo se construye con trabajo físico, sino también con raíces espirituales.
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Los gestos de Fátima la suman a las figuras públicas que no ocultan su relación con Dios cuando la atención del mundo está sobre ellas.
La gimnasta Simone Biles dijo en una entrevista tras convertirse en multimedallista olímpica: “Me enseñaron que puedes acudir a Él por cualquier cosa y Él es quien dirige mi vida”.
El retorno a la Iglesia de Mark Wahlberg a la Iglesia, después de años de adicciones y tropiezos en la juventud, evidencia la gracia divina y evoca las historias de conversión de santos como San Agustín o San Ignacio de Loyola, quienes también abandonaron vidas de excesos para seguir a Cristo.
La creatividad y el talento del director Mel Gibson, combinados con su fe, nos recuerdan que la belleza del arte puede ser una poderosa herramienta para transmitir el mensaje del Evangelio.
Y para Nicole Kidman, la fe católica es la que guía su vida. En una entrevista declaró: “Creo en Dios, trato de ir regularmente a Misa y confesarme “.
También una serie de influencers que habían mantenido privada su fe, este año comenzaron a hacerla pública y a hablar sobre la importancia que su relación con Dios tiene en sus vidas y en su trabajo.
Son gestos que, como el de Fátima, no pretenden convertir un momento de triunfo en un sermón, sino recordar de dónde vienen las fuerzas cuando la presión del mundo entero cae sobre los hombros.
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La señal de la cruz de Fátima Bosch nos recuerda algo esencial en la vida de los cristianos: la fe no tiene por qué esconderse. Jesús lo dijo con claridad: “No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.” (Mt 5,15).
Manifestar nuestra fe no significa imponerla a otros, pero sí permite que otros vean la fuente de esperanza que nos sostiene.
“El testimonio es indispensable porque, ante todo, el mundo necesita ‘evangelizadores que les hablen de un Dios que conocen y que es su familiar’. No es transmitir una ideología o una “doctrina” sobre Dios, no. Es transmitir a Dios que se hace vida en mí: esto es testimonio”, dijo el Papa Francisco en una catequesis de 2023 sobre la importancia de hablarle al mundo del amor de Dios.
Ser creyentes visibles no tendría por qué intimidarnos. Mostrar nuestra fe significa compartir luz, esperanza y sentido, en medio de un mundo tantas veces herido por el ruido, el vacío y la prisa.
En un concurso de Miss Universo, un evento globalizado, mediático, competitivo y a menudo centrado en lo superficial, que una joven mexicana utilice los primeros segundos de su reinado para hablar de Dios a través de sus gestos, nos recuerda que Dios se hace presente, incluso donde parece no haber espacio para Él.
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