Cuando era niña, Elise Lindqvist fue víctima de abusos y después de escapar de casa terminó en la red de prostitución. Hoy, usa su testimonio de fe, perdón y amor para ayudar a otras mujeres; por eso miles de personas la llaman la “Madre Teresa de las Prostitutas“.
Elise Lindqvist nació en un pequeño pueblo sueco, y a partir de los 5 años los abusos sexuales se convirtieron en parte de su vida cotidiana. Elise no podía confiar en ningún adulto: incluso su madre miraba hacia otro lado mientras los hombres la llevaban a otra habitación.
A los 14 años huyó de casa y conoció a una mujer que hizo la hizo sentir amada. Elise asegura a Vatican News que los proxenetas reconocen a las víctimas perfectas de trata de personas y saben cómo atraparlas. En su caso, se trató de una mujer que le demostró el cariño que siempre buscó.
“Era una hermosa señora y en un momento caí totalmente en su poder. Habría hecho cualquier cosa por ella. La llamaba ‘mamá’ y ella me compraba ropa y maquillaje. Un día me dijo que tenía que trabajar para ella vendiendo mi cuerpo a sus clientes. Tenía 16 años y obedecí”.
Elise no sabe exactamente cuántos años trabajó para esta señora. Sólo recuerda que dejó de hacerlo después de haber sufrido una violencia particularmente fuerte por parte de un cliente. Volvió con su patrona y le dijo que ya no podía seguir prostituyéndose.
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“Tuve suerte. Si hoy una chica se niega a seguir prostituyéndose, la matan y su cuerpo desaparece. Mi patrona abrió la puerta y me tiró por las escaleras: ‘No tienes nada más que hacer aquí’”.
Elise comenzó a vivir como una mujer en situación de calle, tomando comida de los botes de basura en la calle. “Sólo conocía relaciones destructivas, y terminaba con hombres violentos. Para consolarme mezclaba alcohol y pastillas, y caí en una adicción cada vez más desesperada”.
En 1994, Elise ingresó en un centro de recuperación. Allí notó que las personas eran alegres y siempre sonreían, a diferencia de ella que estaba llena de rabia.
Ahí llevaron a Elise a una capilla y comenzaron a rezar por ella. Desconfiada y cerrada, Elise asistió, sin saber lo que hacían a su alrededor.
“No sabía nada de Dios, ni de la oración: para mí la Iglesia era un lugar de muerte”, cuenta.
En un momento dado, sucede lo que ella describe como una “intervención sobrenatural”. “Tuve la sensación física de tomar una ducha, pero una ducha de luz y de paz. Jesús era el único que podía curarme: yo era un caso humano imposible. Y así fue. En ese momento, yo “nací”. Y cuando hoy me preguntan cuántos años tengo, les respondo “25”: hace 25 años Jesús me dio la vida y aprendí a caminar en su amor”.
Unos meses más tarde, cuando se acostumbró a ver con nuevos ojos, a dar los primeros pasos de su camino de fe, el padre espiritual de Elise le dijo que debía dar un paso más: tenía que perdonar.
Ella reaccionó con una fuerte ira. ¿Cómo podía pretender perdonar el mal que tanta gente le había hecho? Entonces le explicaron que nunca podría curarse si no perdonaba.
“Fue un proceso largo y doloroso, siempre en la capilla para rezar, nombre tras nombre. Finalmente, logré perdonar a mi madre, que no me quería y no me defendió. Comprendí que ella no era capaz, y que también ella, a su vez, era una víctima”.
Desde hace más de 20 años, Elise Lindqvist utilizada su experiencia para ayudar a otras mujeres: “La primera vez que salí por la noche, por la famosa calle de las prostitutas de Estocolmo, Malmskillnadsgatan, me vi a mí misma, y me di cuenta de que éste era el lugar donde tenía que operar”.
Su obra consiste en ser una presencia maternal y constante: una persona que escucha, abraza, lleva algo de beber y ofrece ropa para calentarse en las frías noches de invierno.
“Cada vez que puedo salvar a una niña de la calle, ese es el mejor premio para mí, pero mi presencia sirve principalmente para darles consuelo y valor, para hacerles saber que existe quien las ama y que no están solas”, dice. “Me llaman ‘mamá’”.
Con información de Vatican News
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