Historias de Fe

P. Javier Calvillo, de joven rebelde a ‘angel’ de los migrantes en Cd. Juárez

Durante una reciente reunión que el padre Javier Calvillo tuvo con sus amigos de secundaria, a quienes no había visto desde hacía décadas, tuvo que responder reiteradamente a una pregunta que varios le hacían: “¿Oye, pero a ti que te pasó?” “¿Por qué te hiciste sacerdote?”.

Y es que sus amigos de secundaria lo conocieron en su momento de mayor rebeldía e inconformidad con la vida, pues cuando tenía ocho años había fallecido su hermano, un año después murió su mamá, y a los 13 de edad perdió a su padre. De manera que tuvo que quedarse a cargo de sus tres hermanas, y se vio obligado a trabajar desde muy joven.

La respuesta del padre Javier a sus amigos de secundaria fue simple: “Hay cosas en la vida que te marcan”. Cuando era adolescente, ni él mismo imaginaba que elegiría el camino del sacerdocio, y menos aún que iba terminar dedicando su vida a servir al prójimo en la figura del migrante.

Casa del Migrante de Ciudad Juárez, un remanso de paz para nuestros hermanos.

El joven que buscaba un ambiente sano

El padre Javier Calvillo señala que además de que aquellas dolorosas pérdidas lo llevaron a elegir ambientes poco convenientes, su actitud rebelde hizo más grandes sus heridas, sus vacíos y sus confusiones.

De manera que un día optó por ingresar a un ambiente bueno: un grupo de jóvenes de la iglesia, donde al tiempo se plantearía por primera vez la idea de ser sacerdote; al principio como una idea deslucida, la cual sin embargo iba tomando firmeza paulatinamente.

“Fue hasta la edad de 23 años cuando decidí finalmente ingresar al Seminario de Ciudad Juárez; sólo que aún no estaba tan convencido, tanto así que en el proceso me salí dos veces. Me daban ganas de intentarle por otro lado: sentía mucha inclinación por el periodismo, por los medios de comunicación, y en especial por la televisión”.

Sin embargo, al estar fuera del seminario sentía la necesidad de regresar: extrañaba la compañía de los directores espirituales; la convivencia con los maestros y compañeros; las pláticas con las religiosas y con las bienhechoras; los festejos en el Día del Estudiante y la Navidad, y las labores de apostolado con la gente los fines de semana. “Estar ahí, era como tener una nueva familia, que me ayudaba a descubrir el tipo de vida que necesitaba”.

La labor con los migrantes

Apenas el padre Javier obtuvo el título de Teología, el entonces obispo de la entidad, monseñor Renato Ascencio León, le pidió que lo ayudara a hacer labor con los migrantes, tema del cual comenzaría a aprender en la práctica. Avanzó en este trabajo hasta volverse director de la Casa del Migrante de Ciudad Juárez, en Chihuahua.

Casa del Migrante de Ciudad Juárez (Chihuahua)

“Voy a cumplir 21 años de trabajo con los migrantes -dice-, y 18 como sacerdote. Cuando me inicié en la labor, en todo el país la Iglesia tenía 18 casas de migrantes; hoy existen 127. De manera que me ha tocado ver gran parte del el caminar de la Iglesia en la materia”.

El padre Javier señala que trabajar con los migrantes es una labor muy ardua, poco reconocida, y muy necesaria pues en nuestras tierras sufren toda clase de maltratos y vejaciones.

El padre Javier Calvillo cumplirá 21 años de atención a los migrantes.

“En esta labor -explica-, además de los conflictos con las autoridades, hay infinidad de cosas que atender”. Entre las labores del padre Calvillo como director de la Casa del Migrante han estado garantizar la atención a mujeres a punto de dar a luz y a personas enfermas.

Así como buscar los medios para que este centro subsista, a través de bienhechores y empresarios que puedan brindar ayuda económica,  ir a los medios de comunicación en busca de algún espacio, visitar a familias que quieran hacer un donativo en especie, entre otras.

“Uno se cansa -señala-, se expone mucho, se enferma. Yo últimamente paso más tiempo en los hospitales que en la Casa del Migrante. Sin embargo, para mí ha valido la pena. Todo deja de pesar cada vez que recibo alguna carta de agradecimiento de algún hermano que se sintió protegido”.

Recuerdos imborrables

Una de las cosas que el padre Javier Calvillo lleva en el corazón, es la visita que hizo el Papa Francisco a la entidad, y especialmente la Misa que celebró frente a migrantes. “Me hubiera gustado mucho platicar con el Papa, pero en ese entonces estaba enfermo y no me permitieron salir. Sin embargo, el saber que estuvo con ellos es para mí algo que no se paga con nada”.

Otra de las experiencias que lleva grabadas en el corazón, ocurrió en 2019, cuando cientos de migrantes aparecieron sorpresivamente una mañana ocupando los tres puentes principales: Zaragoza, Santa fe y el Puente Libre.

Los migrantes son objeto de maltratos y vejaciones a su paso por México.

Éstos -platica- pedían asilo político, y provenían de distintas partes del mundo: de Medio Oriente, Europa, África, Haití, Cuba, Brasil, Venezuela, Centroamérica, y desde luego los migrantes nacionales.

Refiere que la Casa del Migrante de Ciudad Juárez tiene capacidad para 600 personas, pero en esos días llegaron a tener más de 1200, ya que las autoridades los recogían y se los llevaban ahí; la situación generó un gran caos, pero a la vez ocurrió algo muy bonito: un encuentro entre culturas.

“Aun la diferencia de idiomas, todos se contaban sus historias de sufrimiento: personas que habían perdido a sus hijos en el trayecto, otros que llevaban años cruzando fronteras, unos más que habían sido secuestrados o asaltados. Todos tenían para compartir historias de dolor, pero también de amor y de consuelo”, finaliza.

Vladimir Alcántara Flores

Editor de la revista Desde la fe/ Es periodista católico/ Egresado de la carrera de Comunicación y Periodismo de la Facultad de Estudios Superiores Aragón.

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