La Iglesia determinó las característica que debe tener la imagen de la Santísima Trinidad para evitar que los artistas hicieran interpretaciones contrarias a este dogma de fe. Foto Especial.
Con el objetivo de que los artistas tuvieran las directrices básicas para la realización de la imagen de la Santísima Trinidad en sus obras, en el siglo XVIII la Santa Sede emitió una Bula Papal en la que se establece cómo se debe representar a las tres Personas que conforman este dogma de la fe cristiana.
En el siglo X se empezó a difundir una iconografía peculiar de la Santísima Trinidad, la imagen del misterio trinitario con tres figuras humanas iguales, todas con el mismo rostro, el de Cristo.
Este tipo de imagen, conocida como “triándrica” (de tres hombres) y “cristomorfa” (con la forma de Cristo), fueron muy populares en los siglos XV y XVI, sobre todo en Italia, en donde aún se pueden apreciar frescos con esta tipología en algunas iglesias.
Ante este hecho, el Papa Benedicto XIV, mediante la Bula Sollicitúdini nostrae, emitida en 1745, prohibió que se hiciera la representación de la Santísima Trinidad como tres personas iguales y que el Espíritu Santo tuviera en forma humana, pues consideró a este tipo de imágenes como no apropiadas, por lo que se debía “interrumpir su uso y su circulación”.
En primer lugar, señala el numeral 36 de la Bula Sollicitúdini nostrae, “La imagen de la Santísima Trinidad, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, se pinta representando tanto al Padre al lado del Hijo, como el Hijo en el seno del Padre y, junto con ellos, el Espíritu Santo bajo la forma de paloma”.
En lo que respecta a la manera en como se debe representar a Dios Padre, el Papa Benedicto XIV, indicó que además aparecer en la imagen de la Santísima Trinidad, también se le puede pintar solo, pero “distinto de las otras Personas”, esto es de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
“Porque Adán oyó la voz del Señor Dios que paseaba en el Paraíso (Gén. 3); porque se mostró a Jacob en la punta de la escalera mística (Gén. 28, 13); porque se hizo ver en modo admirable a Moisés (Éxodo 33, 23); y a Isaías como un rey sentado en el trono (Isa. 6, 1); y a Daniel como un anciano vestido de un hábito blanco (Dan. 7, 9)”, siempre solo.
De acuerdo con la Bula Papal, a Jesús lo pueden presentar en la Santísima Trinidad, pero además “el Hijo eterno se puede pintar aisladamente del Padre y del Espíritu Santo, porque se hizo hombre, vivió entre los hombres en los días de su carne, y porque, también después de su resurrección de entre los muertos, se manifestó más de una vez a los Apóstoles y a otros”, por lo que, además de en vida, puede ser “representado clavado a la cruz que cargó por nosotros” o “en forma de cordero”.
“Es costumbre también pintar al Hijo en forma de cordero: la justificación de esta imagen es ofrecida de la profecía de Isaías, del testimonio del Bautista, de las palabras de los Evangelistas, del Apocalipsis de San Juan y la primera Carta de San Pedro. Por esto el papa Adriano aprueba esta imagen de nuestro Salvador en la Epístola a Tarasio que fue leída en la II sesión del VII Concilio. Los ejemplos más antiguos de imágenes de este tipo se encuentran en los santos cementerios y en las basílicas de nuestra Ciudad de Roma”, se explica en el documento.
Finalmente, el Papa Benedicto XIV establece en la Bula Sollicitúdini nostrae que el Espíritu Santo se puede representar dentro de las imágenes de la Santísima Trinidad, junto con Jesús y de manera individual como una paloma o en forma de lenguas de fuego, pero nunca representado como una persona o un joven.
“El Espíritu Santo se representa sea bajando del cielo en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés u, otras veces, bajo en aspecto de paloma, del mismo modo separado de las otras Personas divinas, porque es en estas formas que se verificaron las apariciones recordadas por la Escritura. En ninguna parte de las Sagradas Letras se puede hallar que la Tercera Persona apareciese nunca en semejanza de hombre o de joven sin la compañía de las otras dos Personas.
“La fuerza del argumento arriba expuesto permanece aquí intacta: aún en el caso que los tres ángeles aparecidos a Abrahán fuesen la representación de la Trinidad divina, no se derivaría que el Espíritu Santo pueda ser pintado independientemente de las otras dos Personas bajo forma humana, sea de hombre o sea de joven”, concluye la Bula Papal emitida en 1745.
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