Este 30 de septiembre, a los 88 años de edad, falleció el caricaturista Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino, quien adquirió fama internacional entre las décadas de los 60 y 70 gracias a su personaje Mafalda, una niña que se muestra preocupada por la humanidad y la paz mundial, y que se rebela contra el mundo legado por sus mayores.
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La tira de humor gráfico que Quino realizó entre 1964 y 1973, presenta a una Mafalda contrariada en gran medida por la convulsión universal creada por los gobiernos y por un mundo en permanente conflicto regido por los adultos, por una humanidad que simplemente no tiene cabida en su lógica.
Sin embargo –como escribió el periodista colombiano Daniel Samper en el prólogo del libro Toda Mafalda-, “Dios no es ocioso”, y no permite que todo ese desastre mundial ocurra sólo porque sí.
“Simplemente -agrega-, es mucho más listo que todos nosotros, y para desenterrar los cables subterráneos que unen estos acontecimientos, quizá necesitaba la ayuda de alguien capaz de atar cabos invisibles, de alguien con la malicia suficiente para sembrar el pánico con una pregunta que a primera vista aparece inocente, de alguien que abrigue severas sospechas sobre la perversidad de este planeta y la mísera condición humana, de alguien que riegue a su paso la duda y la inseguridad: de alguien, en suma, como Mafalda.
Daniel Samper agrega que a Mafalda -y a sus amigos: Felipe, Guille, Manolito y Susanita-, además de las tensiones políticas, les preocupan temas como el racismo, la aventura espacial, la superpoblación, las milicias, la Guerra Fría, la desigualdad, la dignidad, la conciencia y la justicia. Y -señala-, “hay incluso un lugar para Dios”.
Por otra parte, en su libro El Evangelio según Mafalda, el escritor italiano Marco Dal Corso explora las conexiones entre este personaje de Quino y la Doctrina de Jesús. “Mafalda -opina el autor-, encarna a una niña progresista, contestataria, rebelde, pacifista y enfadada, que no entiende el mundo de los mayores”.
Y en este sentido, señala que lo mismo ocurre con el pensamiento religioso, que, al igual que Mafalda, se inconforma activamente con toda clase de problemas sociales, comenzando por el de la pobreza.
Además, para Marco Dal Corso, Mafalda es alguien que no permite que ante la pobreza la religión sólo espiritualice, sino que la obliga a actuar. Señala que Mafalda sabe que la sociedad tiene una actitud de competencia y no de colaboración, lo cual lleva a una perversa exclusión social, por lo que la denuncia constantemente, “y ayuda al pensamiento religioso a no evadirse de la realidad”.
Dal Corso ve en la mirada impertinente de Mafalda cómo se conjugan “la pasión por la justicia y la predilección por los pobres”, un carisma útil y fecundo ante la globalización excluyente.
Si bien en Mafalda existe pensamiento cristiano y crítica a la religiosidad superficial, la tira cómica de Quino no fue concebida bajo ninguna religión.
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