DLF Redacción

Con su Profesión de fe en la Catedral Metropolitana de México y la celebración de la Misa de Inicio de Episcopado en la Basílica de Guadalupe, este lunes 5 de febrero, el Card. Carlos Aguiar Retes emprenderá su peregrinar como cabeza de la Arquidiócesis Primada de México, con lo que se convertirá en el trigésimo sexto sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la sagrada imagen de la Virgen de Guadalupe. Sobre los detalles de la ruta que seguirá su nuevo ministerio episcopal, el Card. Aguiar Retes habló para la comunicadora católica Marilú Esponda, entrevista que recoge en su libro Una Iglesia para soñar.

El nuevo Arzobispo de México señaló que su primer reto es conocer desde la entraña la vida de la Arquidiócesis Primada de México; el segundo, diseñar el camino a partir de la realidad que observe, y el tercero, conformar una iglesia sinodal; es decir, más cercana a la gente, con mayor capacidad de escucha, de discernimiento y toma de decisiones en conjunto. Explicó que el objetivo es lograr lo que ha planteado el Papa Francisco, en el sentido de dejar de ser una Iglesia autorreferencial, y conducirla hacia el servicio a la sociedad, en la que sean escuchadas las voces de toda la comunidad, porque si algo tiene que definir a la Iglesia de Cristo, es la comunión.

El Card. Aguiar Retes reconoció que no es posible saber en cuánto tiempo se puede llegar a ser esa Iglesia que plantea el Santo Padre, ya que esto tiene que ver con el gran misterio de Dios, que siempre considera la libertad del hombre; “de manera que, dependiendo de nuestra respuesta en conjunto, podremos ver que se encienda de repente esa nueva llama; hay que trabajarlo, prepararlo estando cerca de la gente, de los ministros de pastoral; y veremos encenderse la alegría de ser católicos”.  

Externó que es necesario volver, como proféticamente lo pidió el Concilio Vaticano II, a los orígenes de la Iglesia, a su inicio. “La iglesia inició con gran fuerza en un ambiente hedonista, corrompido moralmente, paganizado, porque ese fue el momento que escogió Dios para venir al mundo. Este, el momento que vivimos, que a muchos nos aterra, es el mejor momento para renovar la Iglesia, porque se toca la fragilidad de la humanidad. Así que será más fácil que nos toque la ternura de Dios, que nos toque la misericordia, la comprensión, el perdón. Veníamos de una cultura de cristiandad en la que todos estábamos acostumbrados a cumplir los preceptos y las normas de la Iglesia, pero con eso no necesariamente se caminaba en una vida del Espíritu, sino del cumplimiento”.

Cuestionado por Marilú Esponda sobre el papel de la religión en la vida pública, el otrora Arzobispo de Tlalnepantla refirió que sobre todo en nuestro país se ha despojado a la Iglesia de ese carácter público, y se le ha encajonado mucho en el ámbito de lo privado, con lo cual se le rompe la oportunidad de realizar la misión de Cristo redentor de transmitir a todos que el reino de Dios va establecerse en medio de nosotros, que no es un reino sólo espiritual, sino un proyecto en el que percibimos a Dios en todos los ámbitos de la vida pública y privada.

Explicó que esa limitación que se ha querido imponer a la Iglesia en México, tiene que ver con la historia reciente del país, correspondiente al siglo XIX, de la prevalencia de una filosofía liberal impulsada por quienes estaban en el poder, con lo que se le causó un gran daño como institución. Señaló que el concepto de la humanidad, desde la óptica de la fe católica, es que todos somos la familia de Dios, de manera que reducirla a la Iglesia al espacio privado significa cercenar totalmente la expresión del mensaje cristiano, amputarle manos, piernas, ojos y corazón, cosa que no se puede permitir, aunque como cristianos se nos persiga con recriminaciones o señalamientos falaces.

Por otra parte, el Card. Aguiar Retes dijo que es necesario reconocer que, a lo largo de la historia, la Iglesia ha errado caminos algunas veces, y se han cometido injusticias, en nombre de la fe y de la propia Iglesia; “siempre se aducen las mismas pruebas, pero hay que ver que somos una generación nueva, que tenemos una oportunidad nueva. De la misma forma, las historias de los pueblos han tenido algunas caídas o enfrentamientos sociales, como en nuestro caso la Revolución Mexicana, pero no por eso vamos a eliminar o dejar fuera todos los postulados que nos dejó este acontecimiento histórico. Eso sería ilógico. Hay que reencontrarnos, reconciliarnos, darles sus créditos a las nuevas generaciones y no permanecer esclavizados en la historia. Esto es lo que hace falta: entender que la historia es maestra, pero no maestra de esclavos; es maestra para ser libres, para aprender de lo que ya sucedió y volver a darnos la oportunidad”.

En cuanto a las personas que dicen: “Dios sí, pero la Iglesia no”, aseguró que la Iglesia es decir sí a Dios. “Es muy fácil decir que Dios sí, pero la Iglesia no; se trata de la posición más cómoda que hay, ya que me coloco en una zona sin compromisos, donde yo hago lo que quiero; pero bajo este modo de pensar nunca voy a descubrir realmente a Dios, al verdadero Dios; todo lo que voy a hacer es darle juego a mis ideas y concepciones de Dios. El hombre solamente descubre al verdadero Dios cuando lo descubre en el otro, y para eso es la Iglesia, para descubrirnos”.

Consideró que hay mucho en qué trabajar, sobre todo en una Arquidiócesis tan grande, que le pone a la vista un gran reto; “pero al mismo tiempo tengo la seguridad de que es el Señor quien me está incorporando en una nueva responsabilidad, y estoy plenamente confiado de que Él me va a ayudar”. Reconoció que uno de sus sueños era terminar en Tlalnepantla, para ver concluidos los trabajos que empezó, como el sueño que tenía de lograr un proceso misionero común entre esa Arquidiócesis y sus siete diócesis sufragáneas; “con el nuevo nombramiento que me hicieron, les dije (a los Obispos de esas diócesis) que ahora habría que hacerlo también con la Ciudad de México”.

Finalmente, a la pregunta de Marilú Esponda sobre qué es lo que le pide a la Virgen de Guadalupe, el Card. Aguiar Retes, externó: “Eso es lo grandioso de esta encomienda que me da el Papa: ser el Arzobispo de México es ser el custodio de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, y con esa confianza voy; es decir, si yo la cuido a Ella, que no creo que sea tan difícil cuidarla, tengo plena certeza de que Ella me va a cuidar. Entonces, lo único que le pido yo a Ella, es que, así como yo digo que la Iglesia tiene que ser para servir a los demás y ayudar a la sociedad, la presencia de María de Guadalupe no se puede quedar en la sola Arquidiócesis, tengo que ponerme a disposición y en colaboración con toda la Conferencia del Episcopado Mexicano, e incluso con el Consejo Episcopal Latinoamericano, el CELAM, en este proyecto que, en el marco del quinto centenario de sus apariciones, estamos elaborando”.

 

Tomado del libro: Una Iglesia para soñar, de Marilú Esponda

Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México

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