Mi nombre es Leonardo Joaquín Díaz Gallardo, tengo 22 años de edad, soy de Coyoacán, Ciudad de México, y pertenezco a la Parroquia del Santo Cristo de la Misericordia, en la V Vicaría.
Mi historia vocacional es muy larga, por lo que sólo hablaré de cómo fue que llegué hasta aquí. Soy egresado del Colegio de Bachilleres 4, en Culhuacán; en aquel entonces jamás pasó por mi cabeza ser sacerdote, más bien quería dedicarme a las ciencias sociales. Todo comenzó en una clase de Filosofía (ya por el sexto semestre) cuando el profesor permitió que unos chavos de la UNITEC pasaran a dejar un folleto con información de su oferta educativa. Después de que terminaron, el profesor pidió un folleto para leerlo, y dijo algo que llamó poderosamente mi atención, pues en ese momento escuché la voz de Dios que me decía: “Ven”.
El profesor dijo: “Chavos, no busquen una carrera que sólo los haga ganar miles y miles de pesos, sino una carrera que los haga sentirse vivos como seres humanos, que haga que puedan ayudar a la gente en este mundo convulsionado. Dinero se puede tener de cualquier forma, pero algo que los haga ser útiles y felices, no’’.
A partir de ese momento algo sonó en mí; al terminar la clase me acerqué a él para pedirle que me explicara más a fondo lo que quería decir con eso. Él sabía que yo quería estudiar Ciencias Políticas o Derecho para tratar de hacer algo por el entorno social en el que vivía, y me dijo: ‘Joaquín, si bien sabes que en un partido político no te permitirán desarrollar las cosas que traes en la mente, ¿no has pensado en ser sacerdote o religioso? La sociedad actual necesita hombres que le den consuelo, más que despensas o cosas para ganar el voto; la gente necesita atención, ser escuchada, por eso hay tantas manifestaciones, porque todos gritan, pero nadie se escucha; el sacerdote tiene el poder de reconciliar, de unificar, no es algo que haga por sí solo, es algo que viene de lo que llaman Dios. ¡Piénsalo!”.
Una tarde, en la parroquia, uno de los temas con los que estábamos trabajando fue con aquella pregunta que san Francisco le hizo al Cristo de San Damián: ‘¿Señor, qué quieres que haga?’ Esa pregunta fue determinante, ya que me permitió entender lo que el Señor quería de mí; afortunadamente este camino no lo recorrí solo, siempre conté con el consejo y dirección del padre Jesús Silva, sacerdote de mi parroquia de origen. Él me ha ayudado a discernir en momentos de dudas, porque para mí no fue fácil emprender el camino, porque es raro ver que todos mis amigos y compañeros del bachillerato estaban en la UNAM, la UAM, etc., y yo en algo totalmente distinto. Todo esto me ha ayudado a comprender que esto es de Dios y que es una oportunidad para formarme, y así poder ayudar a la gente y hacer cosas que por mis medios no puedo, que necesito de Cristo, así como san Francisco lo hizo en su tiempo para poder responder a su llamado.
Hoy me encuentro en Primero de Filosofía en el Seminario Conciliar de México, dispuesto a seguir la formación y encontrar la voz de Dios; un poco más específico, me gustaría estar en las zonas populares, en las zonas obreras y campesinas, me gustaría ser sacerdote obrero.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.