Testimonio: “¿Qué vamos a hacer con mi vida?”, le pregunté a Jesús

Mi nombre es Daniel Salgado Gutiérrez, y soy estudiante de tercer año de Filosofía en el Seminario Conciliar de México. Hace tiempo escribí en este espacio cómo fue que sentí el llamado del Señor, y ahora quiero compartirles un poco más de ello.

Mi madre me cuenta que durante mi nacimiento se presentaron algunas complicaciones y mi abuela materna, por sugerencia del padre Daniel Rodríguez, encomendó la vida de mi mamá y la mía al Señor. Es por ello que llevo el nombre Daniel, porque mi abuelita pidió a mis padres que así me llamaran.

A la edad de siete años tuve mi primer acercamiento al conocimiento de nuestra fe, pues ingresé a la catequesis para prepararme a fin de recibir el sacramento de la Eucaristía, pero el Señor me enamoró a través del canto, y desde entonces siempre participé en los coros, además de ser catequista y formar parte del grupo de jóvenes del Movimiento de la Renovación. Fue en aquella época cuando surgió la inquietud de ser sacerdote.

Pero no presté mucha atención a lo que pasaba y decidí estudiar Química Farmacéutico–Biológica; durante 14 años me dediqué a la docencia, primero en un colegio católico, el Instituto María Isabel Dondé. Con la Misa que se celebraba en la capilla del colegio se fortalecía mi vida espiritual y se acrecentaba “el llamado”, aunque yo me hacía el desentendido. Al cerrar este colegio, trabajé en una escuela laica, pero con un enfoque humanista; fue ahí donde, aplicando todo lo que aprendí del proyecto educativo de la Institución Teresiana, pude desarrollarme más profesionalmente, hasta que en el 2013, el miércoles de la Semana Santa y delante de Jesús-Eucaristía, le pregunté al Señor: “¿qué vamos a hacer con mi vida?”. Al terminar la adoración, mi repuesta fue: “Sí, Señor, quiero ser sacerdote”. Fue entonces que inició mi proceso formativo; acompañado por mi párroco de origen y por el promotor vocacional de la VI Vicaría participé en el COV, y en el año 2014 ingresé al Curso Introductorio.

Y heme aquí, ahora estoy culminado la etapa filosófica, y día a día sigo pidiendo al Señor que fortalezca y anime mi vocación; el camino no es sencillo, pero la motivación de mi familia, la convivencia y crecimiento con mis compañeros seminaristas, la oración de todos ustedes y, la devoción y amor a Santa María, son los grandes pilares que fortalecen mi caminar, y al mismo tiempo me sostienen en los momentos de debilidad y crisis.

“Las obras, sí, son las que dan testimonio de nosotros y dicen con elocuencia incomparable lo que somos”. Con esta frase de san Pedro Poveda, traigo siempre a la mente y al corazón que, con todo mi ser y con todas mis acciones, siempre debo ser testimonio vivo de Cristo en todos los ambientes; por ello me encomiendo a sus oraciones, para que por intercesión de María Inmaculada, nuestro Señor Jesucristo anime y fortalezca mi vocación y la de todos mis hermanos seminaristas, y a todos los sacerdotes que han dejado huella con su testimonio en mi vida, mi párroco de apostolado, de mi parroquia de origen y todos mis formadores.

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