P. Julián López Amozurrutia
La tercera predicación de Cuaresma en la Catedral Metropolitana de México ha reconocido, con san Pablo, que la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y que la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres (cf. 1Co 1,22-25). Los judíos y los paganos representan, en el pasaje, a toda la humanidad y las distintas actitudes que hay en ella respecto a Dios y al sentido de la existencia. Entre los cristianos hay tanto judíos como paganos de origen, y para nosotros la síntesis de nuestra certeza es el anuncio de Cristo crucificado. La Cruz es desconcertante, y hace estallar los parámetros en los que solemos movernos. Lo cierto es que en ella se esconde tanto el misterio de la vida humana como el misterio del amor divino. Aprendiendo de ella, contemplándola, asimilándola, hablando de ella, nos integramos a la lógica salvífica de Dios, que siempre nos sorprende. “Locura de Dios, hazme sabio; debilidad de Dios, hazme fuerte”.
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