Para las monjas el ayudar y apoyar espiritualmente a las personas presas, es difícil, pero lo es mucho más cuando esas personas privadas de la libertad son jóvenes mujeres que sin haber cumplido aún los 18 años y debido a sus malas decisiones o actos se encuentran encerradas y apartadas de la sociedad, añorando cumplir su sentencia para recuperar esa vida que dejaron en pausa.
Desde hace más de dos años la hermana María Julia Rodríguez Herrera, de la Congregación de las Hermanas Mercedaria del Santísimo Sacramento, es una de las religiosas que desde hace dos años, cada 15 días, visita a las jóvenes recluidas en el Centro Especializado para Mujeres Adolescentes (CEMA) para apoyarlas de manera espiritual a fin de que mientras cumplen con sus sentencias, también fortalezcan su alma y su corazón en esos momentos tan duros que enfrentan.
La labor que realizan las hermanas mercedarias con las jóvenes presas se da gracias a la colaboración que tienen con la Dimensión de Pastoral Penitencia de la Arquidiócesis Primada de México, que tiene como objetivo llevar la presencia de Dios y su buena noticia a todos los hermanos y hermanas que experimentan la realidad carcelaria.
Esta acción la llevan a cabo por medio de un acompañamiento movido “por nuestra experiencia de encuentro con el Señor, para que desde nuestro servicio evangelizador, ellos y ellas vivan un reencuentro con Cristo, consigo mismos (as) y con la Iglesia, incidiendo en procesos que favorezcan su libertad integral”.
En entrevista con Desde la fe, la hermana María Julia consideró que la labor que realizan con las jóvenes privadas de la libertad es muy importante ya que además de poder acompañarlas, también buscan ser “ese signo de esperanza” que buscan en ese momento y, por lo tanto, las tratan con respeto y dignidad para aportarles la confianza que requieren para su desarrollo humano, el crecimiento de su fe y el cuidado de su vida espiritual.
¿Qué ven ustedes en las jóvenes privadas de su libertad?
Para mí ha sido ver el rostro de Cristo en ellas, porque están en esa situación de la privación de su libertad y es ver en ellas a un Cristo que sufre, porque el don de la libertad lo han perdido a causa de su de su mala orientación en sus decisiones y sí lo sufren porque están en una edad bonita, en la edad de la ilusión de que uno quiere hacer muchas cosas en la en la vida y sentir esa limitación ha sido muy doloroso trabajar con ellas la parte del proyecto de vida, porque es muy doloroso que ellas tengan una visión de futuro de su vida estando en esa situación –indicó.
La religiosa mercedaria reconoció que cuando inician el acercamiento con las nuevas reclusas es difícil porque algunas profesan otra religión y consideran que si buscan hablar con ellas es con la intensión de que cambien su religión o algunas más de plano no practican ningún credo y manifiestan que no les interesa hacerlo.
“Como llevamos con ellas este acompañamiento de varios años ya saben que no vamos con ese objetivo, sino que las queremos acompañar, ayudarlas a crecer, a reflexionar, a pasar un momento de convivencia, de armonía en un sentido de familia”, aseveró durante la entrevista.
La hermana María Julia señaló que una vez que se establece una relación inicial con las jóvenes presas y ellas muestran su interés por acercarse a Dios, lo primero que se les explica el que una forma de cuidar y fortalecer su vida espiritual es por medio de la oración, de leer la Palabra de Dios, estar abiertas al Espíritu Santo desde el interior.
Destacó que con la presencia de las religiosas y con su escucha respetuosa, si ellas quieren compartir algo de su situación, de la problemática que las ha llevado a ese lugar, las escuchan con humanidad, con respeto, con comprensión y, en ocasiones, ellas les “piden también hacer oración por sus situaciones, en algunos momentos escriben alguna oración y nosotros las llevamos a la capilla y ante el Sagrario y las tenemos presentes”.
“Eso igual a ellas les da mucha, mucha, fortaleza para vivir esos momentos. Sentir o experimentar nuestra cercanía y, en algunos momentos, hacer gestos de que a través de nosotras Dios derrama sus bendiciones en ellas ha sido muy significativo en las experiencias de algunas de las chicas que no son del credo católico y aun así sienten esta presencia de Dios en los momentos en los que estamos ahí, con ellas, el sentir esa bendición de Dios a través de nuestra persona”, dijo.
Para las religiosas mercedarias que participan en este proyecto, aseguró la hermana María Julia, las mayores satisfacciones que tienen son, por un lado, los lazos de cariño que alcanzan con las jóvenes privadas de su libertad y, por el otro, el acercamiento que ellas tienen con las fe, ya sea practicando nuevamente la confesión y comulgando, o incluso el que una de las presas haya solicitado la preparación para hacer su primera comunión.
“La mayor satisfacción ha sido sentir esos lazos de cariño, de familia, con ellas cada vez que nos vemos; abrazarnos con mucho cariño, con mucha alegría, cada 15 días que vamos, pues nos abrazamos y nos sentimos muy muy felices de vernos nuevamente, eso es lo más bonito porque al principio empieza uno con una distancia.
“Pero también que algunas de ellas han pedido realizar el Sacramento de la Reconciliación (la confesión) y luego pidieron comulgar; también hay una joven que quiere prepararse para hacer la Primera Comunión. Todavía le faltan, me parece que dos o tres años de estar ahí (presa), pero ella insiste que quiere llevar la preparación para hacer su Primera Comunión”, indicó.
Al referirse al caso de la joven que pidió que la prepararan para hacer su Primera Comunión, la religiosa mercedaria comentó que durante una dinámica que se hizo con las presas en las que se les hizo el signo de la bendición y se hizo una oración por ellas, dicha jovencita experimentó en ese momento una sensación “rara”, pero se lo hizo saber hasta la siguiente visita que les hicieron.
“En la siguiente ocasión que fui, la chica me dijo que sintió un calor que recorrió todo su cuerpo y me preguntó: “¿Eso es la presencia de Dios? ¿Así se siente la presencia de Dios?”. Le dije que era algo sensible que ella había experimentado, pero que sí podía decirle que Dios se manifiesta a través de nuestra sensibilidad en un momento de oración. Creo que esos signos han acompañado también estos momentos de gracia en nuestra labor”, apuntó.
¿Para usted qué representó este comentario de la joven?
Yo he visto que a esa chica le cambió la mirada. Ya nos mira de manera diferente. Antes su mirada era así como muy dura, como muy cuestionadora, como que no entrábamos en armonía. Para mí representó que Dios se manifiesta y se derrama en donde Él quiere nada más. Eso sí es un impulso y es así como que Dios nos va a estar mostrando el camino. Esta es la labor que también Él quiere que se haga y en ese lugar.
¿Qué mensaje les envía a jóvenes presas y a aquellas jóvenes que no saben qué puede pasar en su vida y corren un riesgo de llegar a estos a estos centros de detención para jóvenes?
A las que ya están en los centros de detención, que su vida es muy valiosa, que su vida tiene un valor infinito, que su valor tiene el precio de la sangre de Cristo y que yo lo he identificado a Él en ellas, por lo que hay esperanza para ellas.
Para quienes no están en esos lugares, que deben aprender a escuchar de verdad el mensaje que Dios les tiene para que no lleguen a esa situación de pérdida de su libertad, que también su vida es muy valiosa – concluyó la hermana María Julia Rodríguez Herrera.
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