Niños, familias y voluntarios celebraron con alegría el Jubileo Infantil 2025. Foto: Luis Aldana/DLF
En un día de júbilo que expresó el compromiso constante de la Iglesia con la infancia, más de 2,300 niños se convirtieron en el corazón de la vida eclesial de la Arquidiócesis Primada de México. El Seminario Conciliar, Casa Huipulco, fue sede del Jubileo de los Niños, una celebración especial propuesta por el Papa Francisco para reconocer, valorar y dar voz a los más pequeños. ¡Y fue todo un éxito!
Desde temprano, los pequeños, acompañados por familiares, catequistas y maestros, fueron recibidos por más de 500 voluntarios, quienes, con una sonrisa y entrega generosa, se encargaron de guiarlos y brindarles una experiencia inolvidable.
Uno de los momentos más significativos fue la Santa Misa presidida por el Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, quien dirigió una homilía llena de ternura y cercanía, recordando a los niños cuánto los ama Jesús.
“Dejen que los niños se acerquen a mí, no se los impidan porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos” (Mt 19, 14).
El Arzobispo animó a los pequeños a tener confianza en Jesús en los momentos difíciles, y les habló con sencillez sobre cómo el mal puede disfrazarse de bien.
“A veces el mal se disfraza y parece que es un bien para mí, cuando va a ser un mal para toda mi familia. Cuando parece que va a ser un bien para mí, pero va a disgustar a mis maestros en la escuela, hay entonces allí una dificultad. Pero si tenemos la confianza en Jesús, sabremos afrontar esas situaciones”.
El Cardenal Aguiar animó a los pequeños a conocer a Jesús a través de los Evangelios, a confiar en Él y a mantener la esperanza viva “Jesús es el mejor maestro. Siempre tiene cosas nuevas que decirnos, ante situaciones alegres y también ante situaciones desafiantes… Hagan feliz a Jesús, niños. Allí lo encontrarán: en su parroquia, en su capilla. Busquen dónde está el Sagrario. Háblenle de sus penas y de sus alegrías, de sus preocupaciones y de sus proyectos. Y nunca les fallará”, concluyó.
Más de 100 stands ocuparon el seminario con propuestas interactivas para que los niños sellaran su pasaporte jubilar: desde pintacaritas, sensorama, talleres lúdicos de ecología, hasta dinámicas organizadas por distintas comunidades religiosas, quienes compartieron su carisma y testimonio con los niños. También hubo espacios dedicados a la literatura católica infantil, juegos cooperativos y actividades que invitaron a los pequeños a reflexionar, compartir y vivir su fe.
También fue un espacio para escuchar el corazón de los niños. En los stands de World Vision México, una asociación católica dedicada a reducir la vulnerabilidad infantil, los pequeños expresaron mensajes como: “Quiero que me escuchen”, “Es bonito convivir con mi familia” y “Quiero que me hagan caso”. Estas expresiones fueron recogidas en papelitos y dibujos llenos de sinceridad.
Lo mismo ocurrió en el espacio del espacio ocupado por la Comisión de Protección a Menores de la Arquidiócesis Primada de México, donde los niños, mediante colores y palabras, hablaron de su deseo de un mejor trato y más tiempo con sus familias.
“Quisimos darles a los niños en este Jubileo un espacio para que se sientan escuchados y que vieran que no sólo sus voces hablan, también sus dibujos y sus letras. Queremos, como Iglesia, que ellos vean que son importantes y que estamos ocupados en proveerles espacios seguros”, explicó Zaira Rosales, directora de la comisión.
Por su parte, el Obispo Auxiliar, Mons. Carlos Samaniego, destacó el valor humano del encuentro, y expresó que “fue un ambiente familiar que yo creo que nos ayuda a experimentar a todos ser la gran familia de Dios. No todos los niños tienen un hogar con papá, mamá, hermanos. El que se sientan también queridos en una familia más grande, les ayuda a tener esta experiencia fundamental en el desarrollo humano”.
El escenario principal se convirtió en un verdadero festival de alegría y talento. El Coro de la Divina Providencia dio la bienvenida con cantos llenos de fe, mientras las familias disfrutaron del espectáculo musical y de baile de Patylu, quien llenó de energía el recinto. Los más pequeños no dejaron de cantar y moverse al ritmo de Regina Arcoíris, que iluminó el lugar con su show.
La magia también se hizo presente con Andrés O’Hagan, que sorprendió a todos con sus ilusiones, y la risa no faltó gracias a los Payasos Eucarísticos Misioneros, que arrancaron sonrisas con su mensaje de fe y alegría.
Asimismo, a lo largo de la Santa Misa se pudo escuchar el coro de niños de la Parroquia de la Sagrada Familia quienes al cierre del evento interpretaron “Pequeños corazones, gran esperanza”, el himno de esta celebración.
Para Dulce Sofía Peñaloza, de 16 años, integrante del grupo de monaguillos desde hace cinco años, el Jubileo también fue una experiencia de servicio y discernimiento vocacional “aunque ya estoy en un grupo de coordinadores, quiero seguir en el grupo de monaguillos. La vida religiosa me llama la atención, pero aún no he encontrado una comunidad que me ‘llame’”, comentó con esperanza.
Para la familia conformada por María, Leo, Erick, Julián y Julio vivieron esta jornada como un respiro y una bendición. “Fue una manera diferente de vivir nuestra fe, y los niños en verdad fueron los protagonistas. Pudimos convivir como hace mucho no lo hacíamos. Es una experiencia muy bonita que los niños y nosotros nos llevaremos en el corazón”, compartió María emocionada.
Desde la organización, el Jubileo también fue una experiencia de gracia y renovación interior. Para Alex Mejía, voluntario e integrante del equipo de la Pastoral Infantil, fue profundamente inspirador ver la respuesta de los niños y la magnitud del evento, que reunió a cerca de 4,000 personas entre familias, catequistas, colaboradores y voluntarios.
“Fue impresionante ver la cantidad de niños que llegaron, pues ellos representan la esperanza, el futuro y la realidad presente de la Iglesia, y es necesario cuidarlos. El Jubileo brindó la oportunidad de darles un espacio dentro de la Iglesia, y además a nosotros nos dio la oportunidad de unirnos como comunidad. Nos hizo recordar cuando éramos niños y nos ayudó a sacar lo mejor de nosotros, a rescatar nuestra inocencia, nuestra ilusión, ese niño interior que aún vive en cada uno. Dios se hizo presente en todos los que estuvimos en este Jubileo”.
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