Un cerebro sano toma mejores decisiones y se logra con la crianza positiva. Lo afirma la maestra María del Rosario Alfaro Martínez, licenciada en Ciencias de la Familia y consejera del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de México.
En el marco de la “Semana del Buen Trato”, un espacio organizado por la Arquidiócesis Primada de México para promover el resguardo y protección de niños y adolescentes, la especialista delineó las claves de un cerebro regulado y emocionalmente estable.
Explicó que la crianza positiva busca ayudar a que los niños puedan desarrollar un cerebro afirmativo. En este aspecto, dijo que de esta manera se logra “incidir en su bienestar, desarrollo y crecimiento con equilibrio, resiliencia, perspicacia y empatía”.
El objetivo, señaló, es “favorecer el desarrollo de un cerebro seguro y regulado”, gracias a lo cual los hijos alcanzan “seguridad interna y saben en quién confiar”, algo que, según dijo, resulta fundamental para desarrollarse de manera saludable.
De la misma forma, advirtió que un cerebro que sufre “mucho miedo debido a gritos, amenazas y castigos por parte de la persona que debería cuidarle, como papá o mamá, genera graves consecuencias”.
En contraste, “cuando el estado mental está en calma, lo que funciona en el niño es la parte alta que regula la creatividad”. Si esto ocurre con frecuencia, el niño será más sociable, “se interesará por los problemas de su comunidad, podrá brindar afecto”.
Así mismo, Alfaro Martínez dijo que cuando se activa una condición de alerta “ante alguna amenaza, el nivel cognitivo” se altera, “el sentido de tiempo cambia y la esfera de preocupación también”.
“Si la situación es de alarma”, como cuando se presentan peleas de forma continua y hay amenazas permanentes, “se activa el sistema límbico, el nivel cognitivo se torna emocional e irracional, pues los niños sienten que no son dignos de recibir amor”.
Otros elementos a los que hizo alusión fueron el miedo y el terror, los que se presentarán ante las agresiones y los maltratos, tras lo cual “el nivel cognitivo se vuelve reactivo”. En el segundo caso, incluso “se pierde la noción del tiempo”.
La especialista sustentó algunas de sus afirmaciones en las enseñanzas del médico investigador de neurobiología Eduardo Calixto, quien sostiene que “en el cerebro, lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo”.
Al respecto, señaló que “si tus hijos te tienen miedo, su cerebro no se desarrollará plenamente”. Y advirtió que el pegar no sólo no implica disciplina, sino que en algunos casos derivará en cambios en la activación de diversas áreas cerebrales.
Igualmente, detalló las cuatro características de lo que denominó cerebro afirmativo, enumerándolas de la siguiente manera:
De otro lado, la maestra dijo que “perder el control es parte de la infancia”. Lo hizo para argumentar que los berrinches son válidos, si bien se presentan “cuando un cerebro está ‘desregulado’, y es algo normal”.
Sostuvo que ocurre porque “las emociones son tan intensas que superan su capacidad de pensar con claridad”. En esa circunstancia, abundó, “el cerebro está sobrepasado emocionalmente”.
Por ello, “si le gritas, le pegas, lo descontrola mucho más”. De hecho, “generalmente no se calman, sino que ‘se congelan’. Por ende, no se debe buscar que dejen el berrinche, sino que recuperen el equilibrio”.
Además, sugirió evitar la aplicación de la práctica del “tiempo fuera”, aquella en la que se obliga al hijo o hija a ir a un espacio en soledad a pensar sobre lo que hizo. Argumentó que “es contraproducente”, porque envía al cerebro un mensaje incorrecto.
Señaló que se usarse, es más adecuado que lo pongan en práctica los padres cuando sientan que su nivel de tensión está subiendo, pues ellos sí tendrían la capacidad de serenarse de ese modo antes de retomar la conversación con sus hijos.
Finalmente, propuso que tanto padres como hijos respeten sus horas completas de sueño y descanso: “Si quieren que sus hijos estén felices con ustedes, duerman bien. El sueño favorece el desarrollo de la arquitectura cerebral”, justificó.
Con respecto a qué ayuda a tener un cerebro seguro, detalló que es positivo “hablarles con calma, con voz tranquila y relajada, que modula correctamente y con dulzura. Que se les hable desde un espacio que les brinde seguridad y protección”.
Para construir un cerebro resiliente, añadió, “debemos fijarnos no en la conducta del niño sino en el niño. Si queremos que aprenda a superar adversidades, no debe hacerse de forma agresiva, sino aceptando que de momento hay miedo o angustia”.
¿Cómo ayudar a regular el cerebro de los niños? Expuso algunas medidas:
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