Carlos Villa Roiz
¿En qué consiste este Reino de Dios? Se trata de la victoria definitiva sobre todo tipo de esclavitud. Es el compromiso divino por hacer accesible al ser humano una existencia en la verdad y en el amor. Es la promesa sublime de un horizonte venturoso sin fin, en el que Dios mismo nos hace felices con la calidez de su abrazo y la fecundidad de su justicia. Es la vitalidad suprema del todopoderoso tocando con su ternura los más hondos anhelos del corazón humano.”
Con esta reflexión, el Teólogo de la Catedral Metropolitana, Julián López Amozurrutia, pronunció la homilía dominical en la Catedral de México a nombre del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Administrador Apostólico de la Arquidiócesis Primada.
Explicó: “Todo comienza en Galilea. Así son las sorpresas de Dios. En un lugar que nadie habría sospechado. Lejos de todo centro, de toda estructura de poder, de toda fama y de todo orgullo. Allí donde los pobres pueden llevar una vida digna procurando el pan y el pescado de cada día. En los márgenes amables donde al mismo Señor le gusta sentarse a contemplar el mar. Contrastante con la soberana Nínive, la gran ciudad recorrida minuciosamente por Jonás, quien, con todo, se convertiría también en un emblema de la eficacia de la palabra de Dios.”
Señaló: “aunque los inicios de la predicación de Jesús nos manifiesten las predilecciones divinas, de ninguna manera excluyeron de la invitación a quienes habitaban los conglomerados urbanos. Estos tenían que aprender –incluyendo la Ciudad Santa– que el cielo vence toda arrogancia con una gentileza desarmante. En las orillas de la cultura, donde todo parece acabar, en las riberas de la necesidad, ahí ocurren los inicios de Dios.”
“Al anuncio de Jesús lo caracteriza la urgencia. No se debe desaprovechar el tiempo. La cercanía del Reino se entiende no sólo como la presencia salvadora de Dios, sino también como la provocación a no retrasar la respuesta. Esto mismo lo encontramos en el eco de san Pablo, cuando afirma que el tiempo apremia… No hemos de permitir que la desidia nos haga distraer la atención y posponer la acción. La exuberante belleza del Evangelio en su serena sencillez, aunque nos alcance en el momento y el espacio más remotos, quieren cautivar nuestro amor también desde hoy mismo, y hacernos así relativizar todo lo que en los ritmos cotidianos nos parece decisivo”, dijo.
Finalmente, el Padre Julián López afirmó: “La conversión no acepta treguas ni dilataciones. Es para hoy. Como lo es también el llamado al seguimiento de Jesús.”
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