Tras haber llevado a cabo su Profesión de Fe y expresado su Promesa de Fidelidad a la Iglesia Católica y al Sumo Pontífice, con lo cual tomó posesión de su cargo como Arzobispo Primado de México, el Card. Carlos Aguiar Retes se trasladó de la Catedral Metropolitana -donde se llevó a cabo dicho acto canónico-, a la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, donde celebró su Misa de inicio como trigésimo quinto sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la sagrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Durante esta celebración Eucarística, misma que fue presidida por el Nuncio Apostólico en nuestro país, Mons. Franco Coppola, el ahora Arzobispo Primado de México dijo que al celebrar (este 5 de febrero) la solemnidad del primer santo y mártir mexicano, San Felipe de Jesús, patrono de la Arquidiócesis de México, debemos tener presente que la muerte, sea a cualquier edad, temprana, madura o anciana, para el discípulo de Cristo es siempre el paso a la vida eterna. “Esta convicción fundamentada en la experiencia de la vida de Jesús, da a todas las situaciones humanas un sentido de plenitud en la trascendencia…”.
Externó que, como cristianos, estamos llamados a vivir todo tipo de circunstancias con fe y esperanza, por lo que, “como dice san Pablo, sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos; nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos; nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos”.
Señaló que actualmente nuestro país es abrumado por situaciones que violentan la justicia y la paz, por agresiones que denigran nuestra condición de hermanos, y que fomentan una vida de confrontación, de discriminación y menosprecio a la dignidad humana, que conducen a la angustia, la tragedia o la muerte, por lo que hoy, más que antes, nos necesitamos para reconstruir nuestra vida social a partir de la fe, a fin de dejar a las nuevas generaciones una ciudad humanizada y humanizante”.
Como un gesto de humildad ante la comunidad arquidiocesana, el Card. Aguiar Retes recordó las palabras del Papa Francisco, cuando, al inicio de su pontificado se presentó como un pecador necesitado de la oración y bendición del pueblo; así, “yo también me uno a esa expresión de humildad y les pido desde este primer día su ayuda y oración”.
Dijo que este día, en que ha iniciado su ministerio como Arzobispo Primado de México, ha puesto en Dios su confianza para que Él haga maravillas entre todo el pueblo fiel. “Mi oración a María de Guadalupe, nuestra querida Madre, es que me acompañe siempre en la custodia de esta casa; y no me refiero simplemente a este Santuario, sino al hogar que ella quiere, al estilo de vida fraterna y solidaria de la gran familia de sus hijos que habitan en estas latitudes del Valle de México y sus confines”.
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