En nuestro artículo de este domingo comentaremos la manera en que san Marcos nos narra el tiempo de prueba al que se sometió nuestro Señor en el desierto, y el inicio de su predicación a la luz de una profecía del libro de Daniel.
Mons. Salvador Martínez
Todos los años, el primer domingo de Cuaresma, meditamos las tentaciones de Jesús en el desierto; sin embargo, este año que seguimos el Evangelio de san Marcos, no están desarrolladas como sí lo están en los evangelios de san Mateo y san Lucas. De todas formas podemos aprovechar algunos datos que nos menciona el evangelista. Por ejemplo, dice que Jesús fue llevado por el Espíritu, con lo que nos hace ver que no es por gusto, sino por iniciativa de Dios que Jesús hizo esta travesía de cuarenta días. Un segundo dato es que fue probado por Satanás, el tercero es que estaba entre animales del campo, y por último, que los ángeles le servían.
En el Antiguo Testamento encontramos un pasaje en el que se reúnen varios de los elementos de los que nos habla el evangelista. Se trata de un sueño tenido por el rey Nabucodonosor (cfr. Dn 4,7-15). La interpretación que da el profeta Daniel al rey, dice así: “serás apartado de los hombres y vivirás con las bestias del campo; te darán de comer hierba como a los toros, y quedarás empapado por la lluvia así; vivirás por siete años hasta que reconozcas que el Altísimo es el dueño de los reinos humanos” (Dn 4,22-23) Como vemos, este oráculo es un anuncio de tiempo de castigo para el rey. Un hombre engreído y pagado de sí mismo jamás pensaría en someterse a un tiempo de sufrimiento y prueba, de tal manera que es Dios quien lo aparta de su opulencia y su bienestar, lo lleva lejos de sus aduladores y servidores, por tanto, al desierto. Las bestias del campo son el signo de la vulnerabilidad del humano fuera de la ciudad; tanto en el caso de Nuestro Señor Jesucristo como en el de Nabucodonosor la experiencia del desierto les acerca a la indigencia del hombre solitario. Pero mientras que para el rey esta experiencia es una lección que le manifiesta su soberbia, para Nuestro Señor es ocasión de ser tentado y vencer al maligno.
La finalidad de estos tiempos prolongados no es hacer morir a las personas, sino ayudarlos a alcanzar un propósito. En el soberano de Babilonia es mostrarle que el verdadero Señor es Dios, el Altísimo; en el caso de Nuestro Señor Jesucristo es mostrarnos a nosotros que todo ser humano está expuesto a estas experiencias de desierto para su bien y en el Evangelio que leemos hoy está expresado en el inicio de la actividad de Jesús en Galilea donde iba anunciando: “El tiempo se ha cumplido, conviértanse y crean en el Evangelio”.
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