Arquidiócesis de México

Restauran el Señor del Buen Despacho, famoso por responder pronto a las súplicas de los que sufren

En la Ciudad de México hay un templo poco común, que combina sutilmente elementos de la religión católica y detalles prehispánicos. Se trata de la Parroquia del Señor del Buen Despacho, también conocida como ‘Parroquia de Tlaco’, y en cuyo frontis del presbiterio se encuentra una bellísima escultura tallada en madera ligera de colorín, creada por las virtuosas manos de un artista anónimo hacia la primera mitad del siglo XVII.

El Señor del Buen Despacho, en la parroquia del mismo nombre, en la CDMX. Foto: Néstor Negrete.

La imagen representa precisamente al Señor del Buen Despacho, una advocación de Cristo llamada así por la rapidez con que responde a las oraciones y peticiones de los fieles.

Por la forma de los ojos, la barba y otras de sus características, se puede deducir que la escultura fue elaborada en la primera mitad del siglo XVII, entre los años 1620 y 1630. Mide 1.90 metros de altura y pesa 15 kilos; es decir, que se trata de una imagen ligera, como las que se hacían en aquellos tiempos para favorecer las prácticas procesionales.

El Señor del Buen Despacho mide 1.90 m. de alto, pero es una imagen ligera. Foto: Jacqueline Sánchez

El Señor del Buen Despacho fue restaurado

En días pasados, la imagen del Señor del Buen Despacho fue retirada de su sitio para darle servicio de limpieza, restauración y reintegración cromática, ya que tenía una gran cantidad de suciedad en toda la superficie, un color completamente gris, algunos faltantes en las piernas, imperfecciones en la policromía y zonas completamente abrasionadas.

El proceso de restauración llevó varios días, pues se trató de un trabajo fino y delicado, pero sobre todo, paciente y minucioso, a manos de expertos en restauración de arte sacro.

Sobre el tema, Alejandra Garza, coordinadora de la Sección de Conservación y Restauración de la Arquidiócesis de México, explicó que el proceso de limpieza es tardado, ya que hay partes de la imagen, como la espalda, que requieren de un trabajo especial, en el que es necesario colocar papetas, o pedacitos de algodón, y retirarlas después de unos minutos, para después quitar, con gasolina blanca, la suciedad reblandecida.

Alejandra Garza señala que, para cada restauración, es importante tener claro qué tipo de productos conviene utilizar en la limpieza, pues lo primero que hay que hacer es cerciorarse no remover nada de la pieza original.

El Señor del Buen Despacho fue estudiado con meticulosidad para su restauración. Foto: Jacqueline Sánchez.

Explica que, por lo general, antes de empezar, se hacen todo tipo de pruebas, ya que hay solventes que pueden funcionar y otros que pueden dañar la pieza. En el caso de la imagen del Señor del Buen Despacho, se tuvo que utilizar una mezcla de gasolina y agua, que no es tan común, pero que era necesario emplear.

“De cualquier manera, el trabajo se comienza por la parte de la imagen donde haya menos riesgo de causar daño; puede ser por el cuello o por las partes laterales, zonas que no sean tan visibles, porque si no, después hay que emparejar. La cara es lo que siempre dejamos al final de todos los procesos”.

Para la reintegración cromática -refiere Alejandra Garza-, a partir de veladuras (en pintura, la veladura consiste en capas muy delgadas de pintura, de forma que se transparente la capa inferior) se pone color a todas las partes que se vean más blancas, para después tratar de emparejar los tonos que tienen diferencias más notorias.

La reintegración cromática fue a modo de que la imagen volviera a su aspecto original. Foto: Jacqueline Sánchez.

Un daño muy típico de los Cristos es el que provocan las coronas de espinas; éstas causan desgastes, no sólo por los picos, sino por el propio metal, ya que son piezas que se pueden mover, quitar y poner”.

Cabe señalar que, a lo largo de los siglos, al Señor del Buen Despacho se le han hecho pocas restauraciones, e incluso, la imagen registra sólo un par de fechas de restauración, siendo la más antigua, del año 1766.

La corona es una pieza que, por movible, suele dañar la parte de la cabeza. Foto: Jacqueline Sánchez.

El cuauhxicalli prehispánico

Cabe señalar que, a los pies de este Cristo, encontramos una piedra particular. Se trata de una pieza prehispánica conocida como cuauhxicalli: un recipiente utilizado en aquellos tiempos para colocar los corazones de los humanos sacrificados durante sus ceremonias.

El descubrimiento de esta piedra fue hecho en 1982 por la arqueóloga Ángeles Segura, y al principio representó un conflicto entre los vecinos de la colonia, pues todos querían conservarla en sus casas, por lo que el párroco en turno tuvo que intervenir, y finalmente se decidió que se quedara en el altar de la parroquia.

Vladimir Alcántara Flores

Editor de la revista Desde la fe/ Es periodista católico/ Egresado de la carrera de Comunicación y Periodismo de la Facultad de Estudios Superiores Aragón.

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