En su mensaje, al ser nombrado Arzobispo Primado de México, habla usted de la necesidad de una “renovación profunda”, ¿qué hay que cambiar?
Card. Aguiar:
Esta transformación nos concierne a todos los bautizados; nos toca al Obispo y a sus colaboradores inmediatos abrir los cauces y espacios. Los cambios deben ser los siguientes: abandonar las prácticas de una Iglesia autoritaria, para ser una iglesia sinodal; dejar de ser una Iglesia en la que se decía lo que se tenía que hacer, para ser una Iglesia en la que se abran los espacios, a fin de aportar al bien común lo que hay dentro de cada uno de nosotros, compartirlo e ir tomando decisiones juntos, en los distintos niveles de la vida de la Iglesia.
En cuanto a la rapidez con que se logren llevar a cabo estos cambios, es algo que no podemos saber; justo ese es el gran misterio de Dios, que siempre considera la libertad del hombre, así que dependiendo de nuestra respuesta podremos ver encenderse de repente esta nueva llama. Hay que trabajarlo, prepararlo estando cerca de la gente, de los ministros de pastoral; y veremos fulgurar la alegría de ser católico. Este proceso consiste en ir abriendo puertas y causes.
Leer: Mensaje del nuevo Arzobispo Primado de México en la Catedral Metropolitana
Yo considero que tenemos que trabajar en un cambio inmediato, el de lograr una visión común de todos mis colaboradores en cuanto a la manera de ver el mundo, el país, nuestra sociedad; ver qué necesita esta ciudad, qué podemos aportar como Iglesia, y entonces encontraremos el camino seguro, pues sólo si se ven las necesidades, es posible hallar la forma de solucionarlas, y de ahí nace la disposición de la gente a trabajar y colaborar.
Voy a poner un ejemplo muy sencillo que he dicho mucho a los sacerdotes: “No es lo mismo que tú hagas una asamblea en la parroquia con todos los fieles, les plantees esta puesta en común y surjan de ahí inquietudes y proyectos, a que tú un día los convoques y les digas: ‘Necesito que alguien me ayude en esto, y alguien en esto otro’; esta es la forma tradicional, en la que debe haber un cambio que surja de la comunidad; que se pueda definir lo que es urgente, o lo que todos consideremos que es urgente, porque de ahí surge la corresponsabilidad.
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