Marilú Esponda: Sr. Arzobispo, en el mundo de hoy, con tanta tecnología, con tantas propuestas diversas de realización humana, ¿qué es lo que la Iglesia puede ofrecer a las personas?
Card. Carlos Aguiar Retes: Alegría. La alegría es el sentido de su existencia, una cuestión fundamental. La alegría puede ser sencilla o puede ser compleja. Dice san Pablo a la comunidad de Filipo: “Alégrense siempre en el Señor”.
¿Por qué se nos invita a la alegría en esta vida terrena, a no dejarla guardada para cuando lleguemos al cielo? ¿Es posible ser felices en medio de las dificultades y en medio de las preocupaciones de la vida?
Primero hay que buscar la fuente de la alegría. Para muchas personas la alegría consiste en alcanzar aquello que les traerá felicidad –son sus proyectos humanos–, esos grandes sueños e ilusiones en los cuales ponemos el objetivo de nuestras preocupaciones y esfuerzos personales. Llega el momento en que se cumple aquello que queríamos, pasa un poco de tiempo y se esfuma la alegría que nos produjo, y ahora deseamos algo más, una nueva situación, un nuevo proyecto. De nueva cuenta lo alcanzamos, y a los pocos días de que comenzamos a disfrutarlo se vuelve a esfumar la alegría.
A veces también pensamos que la alegría es que me relacione con personas con las que puedo ser feliz; alcanzo ese objetivo, pero al paso de tiempo veo que no está ahí mi alegría. El ser humano busca la alegría en lo que es transitorio. Todo lo que nos rodea y todo lo que podemos producir son satisfacciones transitorias, efímeras, que pasan pronto. Pero la fuente de la alegría a la que nos invita san Pablo no somos las personas en sí mismas, ni las cosas, ni los objetos, ni los animales que nos rodean.
Sólo hay Alguien que puede garantizarnos una alegría creciente, que siempre vaya en aumento. Ese Alguien es el Señor Jesús. Él es la fuente de esa alegría que no alcanza límite, que crece en la medida en que lo vamos conociendo e intimando.
El ser humano busca la alegría en lo que es transitorio. Todo lo que nos rodea y todo lo que podemos producir son satisfacciones transitorias, efímeras, que pasan pronto.
Fragmento de la entrevista al Card. Carlos Aguiar contenida en el libro: Una Iglesia para soñar
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