Carlos Villa Roiz
Al conmemorar los 486 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, el cardenal Norberto Rivera Carrera dijo que se trata de una fiesta de nuestra propia identidad, ya que Ella fue la que forjó esta patria y sigue caminando con nosotros en este peregrinar de la vida hasta su Amado Hijo, Jesucristo.
Antes de celebrar la Santa Misa, el Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de México puso como intensiones a todos los hermanos en el mundo que sufren a causa de la violencia, la pobreza y las enfermedades.
Luego afirmó que la Virgen de Guadalupe realiza una perfecta inculturación, que de ningún modo es sincretismo, porque “cuando se habla de sincretismo se entiende tratar de unir cosas distintas, no importando si entre esto hay cosas erróneas, idolátricas o falsas, como con frecuencia lo hacen algunos pseudo-artistas, en otras palabras, es tratar de agradar a todo mundo sin necesidad de la honestidad ni de la verdad. El Acontecimiento Guadalupano no es nada de esto. Ella no es ninguna continuidad de la idolatría, ni del antiguo culto indígena, sino que Ella sólo toma las cosas buenas y verdaderas de la cultura humana desarrollándolas en la plenitud de su Hijo Jesucristo.”
Explicó que “el Acontecimiento Guadalupano más bien es una perfecta inculturación, y precisamente nos libra de todo engaño, traición, mentira o falsedad, quita toda idolatría y error.
Comentó que aunque la Virgen habló en náhuatl con el vidente san Juan Diego, y tomó características y conceptos indígenas, “Ella es madre de todos los pueblos, de todas las naciones, de todas las estirpes; su mensaje y su imagen es tan profundo y actual, cuyo centro y esencia es su amado Hijo, el Emmanuel, Dios con nosotros.”
Al referirse a la petición que hizo la Virgen de Guadalupe en 1531, para que se construyera un templo donde mostrar a su Hijo, el cardenal Rivera Carrera dijo que “hoy más que nunca debemos ser conscientes de que hay que seguir construyendo esa casita sagrada que tanto quiere la Virgen de Guadalupe, no sólo reconstruir nuestras casas materiales, que sin duda es muy importante, sino que debemos ir más a fondo, tenemos que construir esta “casa sagrada” desde lo profundo del corazón, quitar toda idolatría, todo error, toda falsedad y traición, toda oscuridad y temor, toda mentira y egoísmo, que también esto se manifiesta en la corrupción, en la violencia y en la delincuencia, estos son los desastres que aniquilan la esperanza, como el tráfico nacional e internacional de la droga que envenena y mata, el dinero mal habido, asesinatos, violencias, secuestros, y demás desastres que son un verdadero terremoto continuo que destruye la casa sagrada de nuestra dignidad, de nuestros valores, de nuestra existencia, de nuestras familias, de nuestra juventud, de nuestra vida.”
Foto: Paola Torres /INBG
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