Vladimir Alcántara
Este 19 de abril el Arzobispo de México, Card. Carlos Aguiar Retes reanudó la serie de visitas de reconocimiento que ha venido haciendo a las vicarías de la Iglesia capitalina; en esta ocasión, se reunió con la comunidad de la IV Vicaría “San Miguel Arcángel”, en la Parroquia Nuestra Señora de Aparecida de Brasil, donde, en un primer instante, tuvo un momento de oración con los sacerdotes, y posteriormente fue contextualizado sobre la estructura de la Vicaría y su caminar pastoral.
Tras el acto formal de bienvenida, que corrió a cargo de Mons. Antonio Ortega Franco, Obispo Auxiliar para esta zona territorial, el Card. Aguiar Retes sostuvo un encuentro con los ministros ordenados, en la que éstos le refirieron diversas preocupaciones, como el deterioro de los templos históricos del primer cuadro de la capital, y la necesidad de contar con un pastor cercano, entre otras inquietudes.
Sobre la problemática del deterioro que sufren los templos de la Arquidiócesis considerados monumentos históricos, señaló que ha empezado a establecer contacto con las instituciones de gobierno encargadas de atender esos inmuebles, como la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, así como con el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, José Ramón Amieva, quien está en la mejor disposición de colaborar. Habló también sobre la conveniencia de tratar con dichas autoridades como Arquidiócesis, y no cada vicaría por su lado, ya que si se tiene un único organismo negociador, es más fácil lograr acuerdos con las autoridades, para la elaboración de los diagnósticos de los templos y la bajada de recursos.
Por otra parte, en respuesta a una demanda de ser un pastor cercano al presbiterio, el Card. Aguiar Retes señaló que justo con ese objetivo ha iniciado dichas visitas de reconocimiento, que es una primera aproximación a la comunidad, y que, como hizo en la Diócesis de Texcoco y en la Arquidiócesis de Tlalnepantla, ya tendrá oportunidad de visitar parroquia por parroquia, capilla por capilla, aunque por las dimensiones de la Arquidiócesis de México le llevará más tiempo. En este sentido, pidió paciencia a los sacerdotes; y aseguró que en dos o tres años se alcanzará una relación más personalizada.
Al tocar el tema de los sacerdotes pertenecientes a congregaciones religiosas, señaló que tiene una valoración muy positiva de ellos. “Yo fui acólito con los Claretianos, pero mi papá no me permitió formarme con ellos; dijo que hasta que terminara la primaria, y luego con los Agustinos, y sucedió lo mismo. Fue hasta los once años que entré al Seminario; mi papá me dijo que en el Diocesano sí estaba de acuerdo. Académicamente, estoy formado por los jesuitas. Esta diferencia entre sacerdotes diocesanos y clero regular es para mí un carisma que el Espíritu nos regala para que se vea reflejado en la vida de la comunidad eclesial”.
El Arzobispo de México también habló de la bendición que significa que en el clero de la Arquidiócesis de México haya sacerdotes jóvenes, de mediana edad y adultos mayores. “Es muy importante ver que estamos por la misma causa, reconocer que gracias a Dios tenemos sacerdotes nuevos. Uno encuentra mucha tristeza cuando habla con sacerdotes en Francia, España, Alemania; se da uno cuenta de que no tienen nuevas vocaciones; ¿qué va a ser de todo el trabajo que se ha hecho si ya no se tienen brazos. Pero México sí tiene brazos. No podemos cerrarnos a las nuevas inquietudes que van surgiendo, ya que son más sensibles a las realidades actuales; mientras que los medianos y mayores somos los de la experiencia. Esta es la riqueza de un clero diversificado”.
Finalmente, como lo hizo en sus visitas a las Vicarías III, II y VI, insistió en que en el Seminario Conciliar únicamente se aceptarán vocaciones surgidas de las parroquias de la Arquidiócesis de México. “Al principio puede bajar el número de vocaciones, pero después remonta. Ya surgirán; el Señor no deja de llamar, pero requiere de que nosotros hagamos bien las cosas. Necesitamos que los jóvenes vayan caminando en el proceso pastoral que se requiere para la Arquidiócesis, que tiene una situación muy distinta a las otras diócesis, incluso a las de su alrededor. Deben llevar un proceso formativo como hijos de esta Iglesia, en el que se requieren tres elementos fundamentales: familia, parroquia y conocimiento de su Iglesia”.
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