por Abimael César Juárez
¿Sabías que la historia de San Judas Tadeo comenzó muy lejos de México? Y no solo eso. El templo de San Hipólito no fue su primer, ni su segundo hogar, pero eso sí, fue aquí donde su influencia creció hasta ser una de las imágenes más veneradas por los habitantes de la capital del país.
La devoción a San Judas Tadeo llegó a México a finales del siglo XIX de la mano de los padres claretianos, sin embargo, la imagen del Santo de un metro y medio aproximadamente arribó procedente de Barcelona hasta 1933, cuenta para Desde la fe el P. Alejandro Cerón, encargado de la iglesia de San Hipólito.
El primer hogar de San Judas fue la iglesia de Jesús María, ubicada en el Centro Histórico, donde fue resguardada de la persecución religiosa. Cuando el Obispo les pidió entregar el templo, la imagen fue trasladada a la Parroquia del Purísimo Corazón de María, en la colonia Del Valle. Posteriormente, en la década de los 60, fue llevada a San Hipólito y San Casiano, y colocada en la Capilla de los Santos Mexicanos.
En esos años, San Judas se ubicaba en un nicho a la izquierda de la entrada al templo. Ahí fue donde la gente lo empezó a frecuentar y la devoción comenzó a crecer. Fue debido a este fervor en torno a la imagen de San Judas, sobre todo el 28 de cada mes y en su fiesta litúrgica, que se decidió colocarla en el Altar Mayor, donde ahora se encuentra, explica el P. Cerón.
En los 80, la devoción a San Judas creció de tal manera que inició la construcción de dos templos más dedicados a al apóstol. “En un principio, el mensaje de fe alrededor del Santo se transmitía de persona a persona, como hacían los primeros cristianos al llevar el mensaje de Jesús. ‘Este santo sí me escucha’, decía la gente. O en expresiones de las personas sencillas de la capital: ‘Este santo es mi valedor’”.
El P. Cerón recuerda que llegó el tiempo en que comenzaron a acudir muchos jóvenes adictos al alcohol y a las drogas, otros dedicados a delinquir, por lo que se emprendieron las primeras labores de encausamiento, con las que se logró reformar a varios.
A San Hipólito señala el párroco actualmente llega todo tipo de gente; sin embargo, quienes más acuden son personas que se sienten rechazadas o que viven situaciones de sufrimiento: desempleados, pobres, madres que pierden a sus hijos o los tienen en la cárcel, enfermos, bebedores, drogadictos y delincuentes, quienes tienen fe en que San Judas les ayudará.
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