Ángelus Dominical
P. Eduardo Lozano
HOY ESTOY MUY MOLESTO, enojado, y casi sin ganas de escribir porque corro el riesgo de plasmar mi coraje y rabia en lo poco que puedo compartir; ¡ah!, y advierto: que nadie venga con la fastiodiosa cantaleta (¡sí!, así lo quise escribir: fas-ti-o-dio-sa porque además de fastidiar es odiosa) que solemos espetar, sin compasión ni miramiento alguno, a quien hemos sacado de sus casillas: “Pero no te enojes”… AL MENOS POR MÍNIMA pudicia y elemental decoro deberíamos tomar prudente distancia de quien se enoja o está molesto, que eso de minimizar las razones de su enfado es como si le pusiéramos limón a la herida, que eso de decirle que ‘no es para tanto’ es como echarle más leña al fuego, que eso de recomendarle que no se enoje es como pintarle una raya más al tigre… SON CINCO LOS MOTIVOS de mi enojo, los cinco sin conexión entre ellos, los cinco en diverso grado pero suficientes para provocar mi molestia, los cinco con solución muy sencilla pero postergada por otros cinco obstáculos sin sentido ni razón, los cinco motivos como dedos de una mano –diferentes- pero que me acorralan en el callejón de mi coraje… DE UNA BUENA VEZ aclaro que no diré en estas líneas ni qué, ni por qué, ni quién me ha hecho enojar; si acaso me desahogo (¡y lo haré!) será con quién yo decida, en el momento más oportuno y ojalá sea cuanto antes, que eso de cargar basura o almacenarla en un armario es lo que menos conviene aquí y en cualquier parte del ancho mundo (y ni a mí ni a nadie ayuda eso)… UNA PRUDENTE DISTANCIA no equivale a ser indiferente o tirar de a loco a quien está que se lo lleva el tren -¡nunca lo hagas!-; una prudente distancia equivale a entender que todos nos podemos enojar, que llega el momento en que explotamos y no precisamente porque queremos y lo buscamos; una “prudente distancia” es como dejar que la plancha se enfríe lo suficiente como para seguir usándola o poderla guardar… ESTOY MUY ENOJADO y sé muy bien y distingo claramente que cualquiera se enoja porque la situación se hizo pesada, el problema se agrandó, la solución no se puso ni se facilitó, porque parece que hacemos más complicado lo que debería ser muy sencillo, porque debiendo haberlo hecho, dicho o visto, ni se hizo, ni se dijo, ni se vio… PARA COLMO ME ACABAN de llamar al teléfono y del otro lado de la línea la personita que me busca es para ponerme -¡otra vez!- como agua para chocolate, como si sólo le estuviera buscando ruidito al chicharrón, como si no se diera cuenta que estoy de los mil diablos!!!… (EEJEMM), EN EFECTO NO SE DA cuenta cómo me siento y eso me provoca más malestar, como si fuera obligación de la otra persona sentir exactamente lo que siento yo y no, eso no es posible; si la otra persona es capaz de guardar una ‘prudente distancia’ será como el inicio de un bálsamo curativo, será como una mínima pomada para el ardor, comenzará mi sanación y ciertamente el enojo pasará más rápido y fácil… ME VIENE AL RECUERDO la escena del Evangelio donde Jesús llega al templo de Jerusalén, ve el mercadeo que se hace, segurito que se encendió en sus ánimos y entonces truena como chinampina, ¡y no era para menos!, (Jn 2, 13ss); por supuesto que no iba a llegar con falsas cortesías ni suplicándoles que guardaran compostura y respeto en lugar tan especial: ¡aquellos ya tenían por costumbre su maña!, ¡aquellos ya veían como normal una afrenta habitual!… QUE DIOS ME DÉ –contra la ira- mucha templanza, pero que no me haga un pazguato, un insensible o indolente; que no está mal enojarse como consecuencia natural de las emociones, pero que me conceda la capacidad para controlar y medir una sensata y oportuna respuesta; que llegue el momento en que sienta molestia o enojo pero que me encuentre con buena preparación para no dejarme llevar por impulsos ciegos e irracionales… DEBO DECIR QUE AÚN NO me pasa el enojo, ¡no!, y ya estaré apretando tuercas y poniendo los puntos sobre las íes, pero al reflexionar sobre el tema, pues me doy oportunidad para tomar una ‘prudente distancia’ hasta de mí mismo, como para aceptarme en mis emociones y calcularle bien de modo que mi molestia no derive en una ira endemoniada, que si prevemos llegar hasta allá, sería mejor ni siquiera intentar ir, que si vemos que aquello se va chueco sería mejor enderezar rápido los pasos para evitar tropezones… YA LLEGÓ EL MES de la Patria y quiero dar “el grito”, pero de gusto por la libertad y la independencia no de enojo por la corrupción y la inseguridad, quiero dar “el grito” de alegría y regocijo por las oportunidad que vamos a aprovechar y no por las frustraciones políticas y los traumas históricos que ya debemos dejar atrás y bien lejos, que –como la ira- al fin y al cabo son basura que no conviene seguir arrastrando…
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