La trata de personas es uno de los delitos más lucrativos del mundo. Cada año aumentan las cifras de víctimas del tráfico de seres humanos con diferentes fines: explotación sexual, laboral, comercio de órganos, y tantas otras prácticas atroces que acaban con la dignidad y el futuro de millones de mujeres, hombres y también niños.
Por ello, cada 30 de julio se celebra el Día mundial contra el tráfico de personas con el fin de fortalecer una conciencia social que no permanezca indiferente ante este drama social, considerado como el “nuevo rostro de la esclavitud moderna”.
En Vatican News, entrevistamos a Marcela Villares, Coordinadora del Área de trata y tráfico de personas de la Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes de Argentina, que con motivo de esta jornada lanza un llamamiento a “unir fuerzas y abrir los ojos” ante este grave delito que lamentablemente continúa existiendo, todavía hoy, en nuestras calles, ciudades y países.
Cambio de mentalidad urgente
Para hacer frente a la cuestión del tráfico de personas, desde hace varios años la Comisión Episcopal Argentina trabaja en dos aspectos esenciales: la sensibilización y la concientización de este fenómeno criminal que trae consigo trágicas consecuencias en detrimento del desarrollo digno de los pueblos.
Y lo hace poniendo especial atención en los niños, adolescentes y jóvenes por dos motivos fundamentales:
“En primer lugar, porque son posibles víctimas que por su situación de vulnerabilidad, pueden caer rápidamente en las manos de los grupos de traficantes. Y en segundo; porque es necesario un cambio de mentalidad como sociedad, y en ellos hay más posibilidades de conseguirlo que en los adultos”, explica Marcela Villares destacando que en las generaciones más jóvenes “está el terreno para sembrar los valores de una sociedad más justa, solidaria, más interesada y abierta a las necesidades de nuestros hermanos”.
Abramos los ojos: todos podemos hacer algo
A menudo, se tiende a considerar la Trata de personas como una realidad lejana que ocurre en países remotos y a un cierto grupo de personas; cuando lo cierto es que el tráfico de seres humanos existe en todas partes, incluso en las calles y sociedades que podrían considerarse “más desarrolladas y modernas”.
Se trata de una realidad que no puede continuar siendo ignorada, ya que un mundo que proclama valores de fraternidad y paz, “no debería hacer oídos sordos al clamor de tantas personas que sufren las consecuencias de esta lacra social”.
Y así, lo afirma también la coordinadora de la Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes de Argentina:
“La trata es algo que nos afecta a todos, que me afecta personalmente porque si le pasa a mi hermano, me pasa a mí. Nosotros como cristianos debemos tener esta mirada”, añade Marcela, recordando que Jesús vino a la tierra, “fue uno de nosotros; se ensimismó con nuestros dolores, y fue más allá tratando de resolvernos”.
«Por lo tanto debemos actuar como Él, siendo Evangelios vivos que caminan hoy en la tierra, mirando las necesidades de nuestros hermanos, no siendo indiferentes: mirarlos a los ojos, como nos dice el Papa Francisco y preguntarnos: ¿Qué puedo hacer por ellos?… es decir, ponernos en el lugar del otro y actuar».
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