Carlos Villa Roiz
“En Venezuela, la vida no vale nada”, afirmó el sacerdote jesuita Pedro Trigo, al presentar en México su libro “La enseñanza social de la Iglesia”, en el IMDOSOC, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.
Luego de permanecer en Venezuela desde 1973, y pertenecer al Centro Gumilla, Centro de Investigación y Acción Social de la Compañía de Jesús en Venezuela, el sacerdote español habló de la anomalía social y la impunidad reinante, y dijo que en Venezuela, solo el 5 por ciento de los delitos que se cometen van a tribunales.
“No hay divisas para importar, no hay comida y, si no se quiere o no se puede por trabajo o salud, pasarse el día haciendo colas, no hay comida. Y la que hay sin colas está a precios inasequibles para la mayoría. Por eso hay cada día más hambre”, explicó durante la presentación.
Añadió que en Venezuela ha aumentado “la morbilidad ambiental por la insalubridad,, debido a la no recogida de desechos orgánicos, a la no limpieza de las quebradas, a la no fumigación y al no tratamiento del agua potable, hay más enfermedades y hay muchos menos médicos, no hay insumo en los hospitales, faltan las medicinas más elementales, y no hay dinero para pagar atención en clínicas privadas”. Además señaló que el 82 por ciento de la población no come lo suficiente.
El primer capítulo de su libro lo dedica la vida, “como el mínimo del máximo don de Dios y por ello –dijo-, se debe entender a la vida como algo sagrado”.
En su publicación, el Padre Pedro Trigo recuerda que la primera pregunta que Dios hizo al hombre fuera del paraíso terrenal fue el cuestionamiento a Caín sobre su hermano Abel. Luego señaló que el primer acto de fe de un recién nacido va dirigida hacia su mamá y a su amor incondicional.
Tras reflexionar que “Jesús se mostró como un hermano de la humanidad y por ello habla de nosotros”, el sacerdote hizo varias reflexiones acerca de la respuesta cristiana que se debe dar ante toda clase de realidades.
Finalmente, al abordar el tema de las comunidades, los gremios y la sociedad, se refirió al proceso democrático y señaló siete etapas, siendo la primera expresarse; luego saber escuchar al otro, el diálogo, la decisión para pasar del yo al nosotros; hacer lo que me toca a mí sobre lo que se ha decidido, evaluar los resultados y procesar los conflictos que se presentan.
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