Mientras se avecinaba una sociedad “secularizada y hostil”, Pablo VI pudo conducir con “sabiduría clarividente” y “a veces en soledad” el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la confianza en el Señor. Con estas palabras, el 19 de octubre de 2014, el Papa Francisco beatificó a Juan Bautista Montini, (muerto hace cuarenta años, el 6 de agosto de 1978, en Castel Gandolfo) en la fiesta litúrgica de la Transfiguración del Señor.
A dos meses de que sea canonizado, el Papa Francisco este domingo, durante el rezo del Ángelus, recordó al Beato Pablo VI y rezó para que “desde el cielo interceda por la Iglesia que tanto amó y por la paz en el mundo”.
La civilización del amor
El padre redentorista Antonio Marrazzo, postulador de la causa de canonización de Pablo VI explica para Vatican News que “tras su muerte, hace cuarenta años, la Iglesia continúa un camino diferente, iniciado con el Concilio, precisamente teniendo en cuenta el Magisterio de Montini: poner al hombre en el centro se convierte en el foco, pero también la atención prestada al hombre no tanto como un aspecto antropológico que termina en sí mismo, sino como una imagen de Dios, el hombre querido por Dios a su semejanza, un hombre que es valor, que tiene dignidad”. Montini había continuado este discurso “desde que era un joven sacerdote” – asegura el postulador – siempre preocupado por los últimos.
Su herencia consiste precisamente en este gran punto de inflexión que le dio a la Iglesia: debemos prestar atención al hombre en la misma medida de cómo la presta Dios, con esta actitud – diría el Papa Francisco hoy – de misericordia, de una misericordia que Montini nos hace comprender que está hecha de ternura, de atención, de comprensión del límite del hombre, sin juzgar inútilmente sino más bien tratando de construir. Montini habló sobre la civilización del amor, el amor que no se basa en la condena, sino en la comprensión y la recuperación, porque en cada hombre queda el rastro de Dios que nosotros debemos tratar de volver a emerger, resurgir”.
Protector de la vida naciente
Pablo VI en Humanae Vitae, hace cincuenta años, afirmó la íntima unión entre el amor conyugal y la apertura a la vida. “Montini – recuerda el misionero redentorista – siempre ha dicho que quería una encíclica sobre el amor conyugal y sobre la continuidad creativa de Dios dada al hombre: para dar vida, para colaborar en dar vida. Es interesante que los dos milagros – tanto el presentado para la beatificación como el de la próxima canonización – se refieran a algo especial: son dos milagros para los fetos, para una vida que aún no se ha manifestado como historia pero que ya es historia. Por tanto, a Montini podríamos llamarlo “el protector de la vida naciente” concluye el postulador.
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