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Esto es lo que debes saber sobre las presuntas reliquias de San Pedro halladas en Roma

ACI Prensa

 

En los últimos días ha circulado en diversos medios de comunicación y en las redes sociales la noticia de la aparición de unos supuestos huesos pertenecientes al Apóstol San Pedro durante las obras de restauración de la iglesia de Santa Maria in Cappella, en Roma.

Según han informado diversos medios, durante las obras efectuadas en esta iglesia del barrio romano de Trastevere, aparecieron, detrás de un altar medieval, una serie de pequeñas urnas de barro en cuyo interior se custodiaban restos óseos.

Una de esas urnas tenía la inscripción en la que figuraba el nombre de San Pedro junto a los nombres de los Papa Cornelio, Calixto y Félix.

Según las investigaciones de los arqueólogos, los restos encontrados probablemente procedían originalmente de algunas de las catacumbas situadas en las afueras de la ciudad de Roma.

Sin embargo, no existe ninguna evidencia científica que autentifique esos restos: los verdaderos restos del primer Obispo de Roma siguen siendo los que se veneran en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Las catacumbas eran los lugares de entierro de los cristianos romanos de los primeros siglos después de Cristo. En contra de lo que piensa la mayoría de la gente, no eran lugares secretos, y tampoco eran lugares donde se celebraban Misas para evitar la persecución de la antigua Roma imperial.

Los antiguos romanos paganos respetaban la muerte, e incluso le rendían culto, por ello, aunque el cristianismo estaba prohibido por las autoridades imperiales, se permitía el entierro de los cristianos y se respetaban sus necrópolis. En cualquier caso, los primeros cristianos celebraban la Misa en las Domus Eclessiae, no en las catacumbas.

Por ello, los primeros mártires y los primeros Papas se enterraron en catacumbas como las de San Calixto o las de San Sebastián, situadas en la Via Appia Antica que comunicaba el centro de la Roma Imperial con el puerto de Ostia.

 

Solo tras la invasión de los pueblos bárbaros a partir del siglo IV, y sobre todo en el siglo V, Roma ya era oficialmente un imperio cristiano, la Iglesia comenzó a trasladar los restos de los mártires y Papas a iglesias del interior de la ciudad para así proteger mejor las reliquias.

Por lo tanto, los restos encontrados en el Trastevere es muy probable que tuvieran ese origen. Esta interpretación se ve reforzada por el hecho de que los arqueólogos han datado las urnas donde se conservan esos restos en torno al siglo XI, fecha de construcción de la actual iglesia Santa Maria in Cappella.

Por otro lado, las inscripciones tampoco tienen por qué indicar necesariamente la identidad de la persona venerada. En las catacumbas de San Sebastián, por ejemplo, también se han encontrado lápidas con los nombres de San Pedro, San Pablo y otros apóstoles. Eso no significara que esas tumbas acogieran las reliquias de los apóstoles, sino que era una manera de pedir su intercesión por el alma de la persona allí enterrada.

La tumba de San Pedro en el Vaticano

La Iglesia Católica, a partir de las numerosas investigaciones que se han realizado, ubica las verdaderas reliquias del Apóstol San Pedro en la necrópolis situada bajo la Basílica del Vaticano.

El lugar en el que se encuentra actualmente la Plaza y Basílica de San Pedro del Vaticano era, en el siglo I de la era cristiana, un gran descampado situado fuera de la muralla de la Roma imperial. Allí algunas de las familias más acaudaladas de Roma habían construido un cementerio, una necrópolis pagana para acoger los restos de sus difuntos.

Junto a la necrópolis existía un circo construido por Nerón, un circo que, a diferencia del Circo Máximo, era de uso privado para los eventos del emperador.

Esta clase de monumentos lúdicos privados eran comunes en la antigua Roma. Así, hoy se pueden visitar dos: el Stadium del Palatino, y el circo de Massenzio.

En ese circo construido por Nerón en la colina vaticana es donde, según la tradición, San Pedro murió martirizado en el año 67. Posteriormente, su cuerpo fue enterrado en la necrópolis situada en la misma colina.

Como recuerdo de aquel circo, el obelisco que lo presidía se situó al centro de la actual plaza de San Pedro, donde aún se conserva.

La memoria de la tumba de San Pedro se conservó viva en la primera comunidad cristiana de Roma, y durante los primeros siglos del cristianismo, antes de la construcción de las primeras catacumbas, muchos cristianos se enterraron en la necrópolis vaticana situando sus tumbas alrededor de la de San Pedro.

Así, el emperador Constantino, primer emperador cristiano, mandó construir la primitiva basílica de San Pedro, hoy desaparecida, encima de la necrópolis y con la tumba del apóstol situada bajo el crucero de la Basílica, estructura que hoy se conserva en la actual Basílica barroca. La tumba petrina se sitúa justo bajo el baldaquino de bronce construido por Bernini.

 

Con la desaparición de la Basílica constantiniana y la construcción de la actual en los siglos XV, XVI y XVII se cerró el acceso a la tumba, por lo que su memoria se perdió e incluso se puso en duda la veracidad de su existencia en la colina vaticana.

Para poner fin al debate sobre la existencia o no de los restos de San Pedro en el Vaticano, el Papa Pío XII promovió una gran excavación arqueológica en el subsuelo de la Basílica en el año 1940, que concluyó el Papa Pablo VI.

Esta expedición permitió el redescubrimiento de los restos de la Basílica construida por Constantino y, en un segundo nivel, la necrópolis romana en un estado de conservación que asombró a los arqueólogos de la época.

Allí, entre los lujosos panteones de las familias patricias romanas paganas, se encontraron los restos de un antiguo monumento funerario vacío situado en el centro de una serie de enterramientos indudablemente cristianos.

El monumento funerario tiene diversos graffitis cristianos, lo cual indicaba que había pertenecido a un importante mártir cristiano. La inscripción “Aquí está Pedro”, indicaba su identidad.

Es encima de ese monumento donde, en una estructura de la época de la Basílica constantiniana se encontró en una urna, con una serie de restos óseos envueltos en un paño de púrpura, color de los emperadores romanos pero también de los mártires cristianos. Los huesos, como consecuencia del paño que los envolvía, estaban teñidos de rojo.

Fue entonces cuando la Iglesia anunció al mundo la aparición e identificación de la tumba de San Pedro. Investigaciones posteriores de los restos revelaron que, si bien resulta imposible atribuir esos restos a una persona concreta con una seguridad del 100%, sí se podía certificar que pertenecieron a un hombre que vivió en el primer siglo del cristianismo y de características físicas similares a las que se atribuyen a San Pedro.

Los restos de San Pedro se pueden visitar en la actualidad en las necrópolis vaticanas, abiertas al público.

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