“Desconcierto, desesperación, rabia, angustia, miedo, son algunas de las reacciones ante los actos de terrorismo, los recientes en Barcelona y los anteriores en otras partes del mundo, más los que pueden venir en otros lugares. No sería extraño que en la mira estén Italia, El Vaticano y otros países. Y la pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué sucede esto? ¿De quién es la culpa, de quién la responsabilidad?”
Así comienza su importante reflexión semanal el obispo de San Cristóbal de las Casas (México), Felipe Arizmendi, tras los recientes acontecimientos de Las Ramblas (con 15 muertos) y las declaraciones del ISIS de que “llegaran a Roma” para atentar en contra del Papa Francisco.
¿A quién se puede culpar de esta situación desbordada? “Podemos culpar a la incapacidad de los gobiernos, de las policías, de los sistemas de seguridad, de los ejércitos”, dice el prelado mexicano. Para él, en cada país se tendrá que analizar si puede hacer mucho más para proteger a la sociedad. “Sin embargo, por más tecnologías que se usen para detectar a los terroristas, siempre estamos expuestos a sus crímenes sanguinarios”, agrega en su artículo publicado en El Observador Digital.
Al exponer su tesis, el obispo Arizmendi sostiene que “una de las raíces profundas de la desorientación ideológica y del apasionamiento desalmado y destructor de muchos jóvenes, que puede llevar al terrorismo, es la falta de una familia bien integrada y con una fe cimentada, que se expresa en el respeto a los demás”.
Desde luego, matiza el purpurado mexicano, no puede ser ésta *la única causa*, pero sí una de las más importantes en la conformación de militantes del terror en el mundo. Porque no nada más son terroristas los que pertenecen al ISIS. También lo son los narcotraficantes, los secuestradores; los violadores de mujeres y de niños, los jóvenes alcoholizados y drogados, “los comunicadores que difunden noticias sin fundamento y erosionan la fama de alguien, así como “los gobernantes que se imponen con amenazas de cárcel y de extinción a sus enemigos políticos”.
La fábrica de humanidad reconvertida
El obispo de San Cristóbal de las Casas recalca que todos estos terroristas, y muchos otros, no han gozado de una buena familia, de un padre justo, honesto, presente, trabajador, solidario con los demás; ni de una madre cercana, confiable, cariñosa, comprensiva. “Cuando se tiene una familia integrada, normalmente los hijos crecen sanos de cuerpo y alma. No hace falta ser ricos. Con el trabajo de cada día, se educan para trabajar y ganarse el sustento con responsabilidad”.
Chesterton decía que la familia es una “fábrica de humanidad”, pero lo que estamos viendo es justamente lo contrario, una fábrica de inhumanidad. ¿Cómo volver al principio fundamental de la familia y el amor por la vida que niegan todas estas formas de terrorismos?
Dando a la familia un lugar prioritario, apunta monseñor Arizmendi Esquivel. Y aconseja: “Cuando haya problemas entre los esposos, que no sea su primera alternativa la separación. Dialoguen, aclaren las cosas, sean humildes para reconocer sus errores, pedir perdón y perdonar. Eviten la violencia física, psíquica y verbal. Dediquen tiempo a sus hijos, escúchenlos, compréndanlos, oriéntenlos, no dejen de darles buenos consejos, aunque pareciera que de momento no hacen caso; a su tiempo, reconocerán lo justo de sus indicaciones”.
Finalmente, el obispo mexicano pide a los esposos que se acerquen a Dios, “quien no es una carga, sino quien les ayuda a llevar las cargas de la vida. Acerquen a sus hijos a la Iglesia, para que les ayude en su tarea de educarlos en el buen camino. Dios no es enemigo, sino amigo y padre de la humanidad”, termina diciendo en su importante y oportuna reflexión Arizmendi Esquivel.
Aleteia
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