A un siglo de la vocación religiosa de San José María Escrivá de Balaguer

Carlos Villa Roiz

Hace 100 años, entre las navidades de 1917 y la Epifanía de 1918, San José María Escrivá de Balaguer tuvo la primera de una serie de revelaciones místicas que le acompañaron durante toda su vida, al ver sobre la nieve las huellas de los pies desnudos de un carmelita; fue entonces cuando él sintió un profundo deseo de servir a Dios.

Tras este fuerte impulso espiritual que tuvo lugar hace un siglo, el futuro fundador del Opus Dei, quien nació el 9 de enero de 1902, ingresó al seminario y finalmente fue ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1925. Su primera misa pública la celebro en la capilla de la Virgen en la Basílica del Pilar, donde él rezaba a diario cuando era seminarista.

En 1927 se trasladó a Madrid para iniciar su doctorado en derecho civil y trabajar como sacerdote; fue capellán de un grupo de Damas Apostólicas; visitaba enfermos en los hospitales y a los pobres en los barrios periféricos, y el 2 de octubre de 1928, hace 90 años que se verificarán en los próximos días, al escuchar las campanas de un templo en la festividad de los Santos Ángeles Custodios, tuvo la visión de fundar el Opus Dei.

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Cuando estalló la Guerra Civil Española que cobró la vida de 13 obispos, 4 mil sacerdotes diocesanos, 2 mil religiosos y 300 monjas, Escrivá de Balaguer trató de permanecer oculto e incluso, para salvar la vida, fingió trastornos mentales en un sanatorio; se refugió en el Consulado de Honduras y finalmente, cruzó los Pirineos Ahasta Andorra; luego volvería a España.

En 1946, Escrivá se trasladó a Roma donde tramitó el estatus jurídico del Opus Dei y procuró la internacionalización de la Obra.

Durante la década de los años 40´s viajó por Europa para asentar las bases de los nuevos centros del Opus Dei; el 1948 erigió el Colegio Romano de la Santa Cruz y en 1952 fundó la Universidad de Navarra, en Pamplona.

El falleció el 26 de junio de 1975 y fue beatificado por San Juan Pablo II el 17 de mayo de 1992 y canonizado, ante 550 mil personas reunidas en la Plaza de San pedro, el 6 de octubre del 2002.

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