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La Diócesis de Tehuantepec, Oaxaca, fue una de las más afectadas en México por el terremoto de 8.2 grados Richter ocurrido la noche del pasado 7 de septiembre. Según datos oficiales, en esa entidad murieron 78 personas, de un total de 98 que suman ya en el país.
En entrevista, el obispo de Tehuantepec, monseñor Oscar Armando Campos Contreras, destacó que lo que más importa en este momento es apoyar a la gente a que recupere el ánimo y la confianza, y hacer una reconstrucción integral que mueva hacia la solidaridad para superar la emergencia material, pero que también ayude a fortalecer el tejido social.
Señaló que las réplicas –que hasta el momento han sido más de 1000–, así como el miedo que provocó el sismo en la gente, ha generado un clima de preocupación, que no permite avanzar. Por ello –dijo– el primer trabajo como Iglesia es la “cercanía con la gente, dar confianza y ánimo”, a la luz de fe.
En un pueblo tan religioso –añadió– hay personas, por ejemplo, que sienten mucho dolor de ver caída su iglesia, pues para ellas significa mucho; por un lado, es la casa de Dios, pero también es su espacio de convivencia y encuentro. Además, guarda la historia de nuestros pueblos; por lo tanto, ver los templos derrumbados también influye en el ánimo de la comunidad”, dijo.
Aseguró que esta religiosidad la pudo constatar al celebrar una Misa por las personas que fallecieron y las que quedaron afectadas en Juchitán –la población más afectada– en un espacio frente a una escuela colapsada. “Se reunió una buena cantidad de fieles con actitud de oración, de poner la vida y la confianza en el Señor”.
Monseñor Campos aseguró que, como siempre, han sido los pobres los que se han llevado la peor parte, aunque en esta ocasión, debido a la magnitud del terremoto, también algunos edificios antiguos quedaron destruidos.
Trabajo y unidad
Sobre la ayuda a los damnificados, explicó que ya hay un grupo de religiosas y laicos que están visitando las comunidades afectadas para conocer sus necesidades, y la diócesis se ha organizado de mejor manera para canalizar alimento de forma inmediata a dichas poblaciones. “De algunas diócesis vecinas nos han enviado víveres, que los laicos nos hacen favor de hacer llegar a los damnificados”.
Afortunadamente –añadió– “la gente de las parroquias también ha reaccionado con generosidad y prontitud. Se organizaron, por ejemplo, para poner una cocina comunitaria en la calle”.
El obispo de Tehuantepec consideró que la etapa que va a ser la más difícil, será la de reconstrucción de casas, edificios, instituciones, “y nosotros mismos, como Iglesia, hemos sido afectados, no hay templo que no haya tenido daños, particularmente los más antiguos. Tenemos varias iglesias que se desplomaron parcialmente, pero que quedan inhabilitadas en su totalidad”. En este sentido, dijo que están levantando un registro detallado de información.
Ayuda genuina
“En este momento tenemos que analizar qué es lo más urgente para fortalecer la vida comunitaria y para que la comunidad misma se haga autogestiva, es decir, que sea corresponsable de salir adelante; sin duda que necesitamos ayuda externa, pero primero tenemos que unirnos, pues sin unidad no vamos a salir adelante. Lo importante es que aportemos todos”.
En este sentido, dijo que el apoyo que han tenido, la Diócesis de Tehuantepec lo recibe como de una familia, y lo agradece, pues anima y fortalece para continuar el enorme trabajo que queda por delante.
Aseguró que en estos momentos también es importante el apoyo económico para reactivar la economía local, por lo que puso a disposición de las personas de buena voluntad la cuenta 4405 de Banamex, sucursal 28, a nombre de Diócesis de Tehuantepec A.R., y pidió informar del mismo, mediante mensaje de Whatsapp, a la Secretaría del Obispado al número móvil 971116-3944.
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