“Si la pérdida de un ser querido a causa de muerte natural es difícil de superar, lo es aún más cuando esta persona es asesinada. Es algo muy doloroso que deja un impacto muy profundo”, asegura Beatriz Contreras, quien colabora en uno de los varios centros de escucha que la Iglesia católica tiene en el país para brindar atención a las víctimas de la violencia.
Fue en 2012 cuando la Arquidiócesis de Acapulco creó el primer centro de escucha en México. Seis años después, son varias las diócesis que cuentan con estos espacios, sobre todo las que se ubican en entidades con altos índices de violencia.
“Si bien estos centros no fueron creados para dar terapias de seguimiento, sino para brindar una primera atención psicológica a las víctimas de la violencia, algunos de estos se profesionalizaron con los años para ofrecer una atención integral”, explica Jimena Esquivel, quien durante 11 años fue Secretaria Ejecutiva de la Dimensión Episcopal de Justicia, Paz y Reconciliación.
Es por ello que, hoy en día, algunos centros cuentan incluso con psicólogos o psicoterapeutas que hacen uso de herramientas profesionales, tales como la tanatología, para acompañar eficazmente a quienes solicitan ayuda.
Beatriz Contreras trabaja para un centro de escucha en la Arquidiócesis de Morelia, y explica que la tanatología, en particular, se utiliza sobre todo en los familiares de personas que sufrieron homicidios dolosos, pues es una herramienta que facilita su proceso de duelo y de sanación.
“El reto está en que la persona le vuelva a encontrar sentido a su vida, como le pasó hace poco a una joven de 23 años, a quien le asesinaron a su mamá. Pese a que tenía un hijo pequeño, no quería saber nada, incluso, intentó suicidarse”, cuenta.
Por su parte, Raquel González –quien atiende un centro de escucha en Córdoba, Veracruz– actualmente da terapia a tres hermanos, cuyos papás fueron ejecutados en Amatlán. Asegura que con estos espacios –cada vez más profesionalizados– la Iglesia está llenando un hueco que otras instituciones no han podido atender.
“Hace unos años, cuando comencé a trabajar en este proyecto, me emocioné mucho por el objetivo que se perseguía, pero ahora me emociona más ver cómo mi Iglesia está tratando de responder a esta realidad que se vive en el país. La tanatología, en especial, tiene una gran demanda entre psicólogos y psicoterapeutas de Veracruz, y los cursos se están vendiendo como pan caliente”, concluye.
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