Carlos Villa Roiz
Para conmemorar en nuestro país los 50 años de la Segunda Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que tuvo lugar de Medellín, Colombia, en agosto y septiembre de 1968, y a cuya clausura asistió el Papa Paulo VI, se realizaron distintas actividades.
La Universidad Lumen Gentium organizó un congreso titulado “Cristianismo e Iglesia en América Latina”, en la que varios exponentes abordaron temas como “Frutos y desafíos de Medellín”; “Avances y resistencias”, y “Génesis y memoria”.
La Dra. Wanda Rodríguez habló de la Iglesia en salida, y dijo que se debe dirigir hacia la cultura de la equidad, al acompañamiento de los fieles como lo dice el Papa Francisco: pastores con olor a oveja. También habló de la necesidad de prácticas pastorales horizontales, y afirmó que el modo de evangelizar forma parte del mensaje evangélico.
Rogelio Gómez Hermosillo se refirió a la pobreza y exclusión en México y en América Latina, y presentó cuadros comparativos de hace medio siglo, poniendo en evidencia la urgencia de combatir las altas cifras de pobreza extrema. Miguel Álvarez habló de paz y derechos humanos, y dijo que éste es un eje que articula los esfuerzos sociales.
Octavio Mondragón, profesor de Biblia, se refirió al Papa Francisco, y dijo que hay dos características que lo distinguen: el discernimiento ignaciano y la teología del pueblo. “Medellín es un punto de partida para las Iglesias de América Latina, pero sobre todo es la recuperación de un elemento fundamental: para Dios, la vida es sumamente valiosa.”
Por su parte, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc) presentó el libro “Obispos de la Patria grande, pastores, profetas y mártires”, de la Dra. Ana María Bidegaín, quien también dio una conferencia en la Universidad Lumen Gentium sobre la importancia de la reunión de Medellín.
La publicación contempla la vida de 21 obispos, entre ellos, cinco que tuvieron un rol importante en el CELAM, tres cuyos ministerios estuvo relacionado con los pobres en el espacio urbano, y otros tres en el medio rural. Entre ellos, incluye a los mexicanos Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz.
La autora afirma que “la Iglesia de los pobres que fuera animada por estos obispos, ha sido una Iglesia que permanece viva en los sufrimientos y en las esperanzas de mujeres y hombres de todo el continente, y que recibe con entusiasmo el Papa Francisco, hijo de la Iglesia Latinoamericana, que clama por una Iglesia pobre para los pobres.”
Las conclusiones de la reunión de Medellín se enfocan a la presencia de la Iglesia para transformar a América Latina a la luz del Concilio Vaticano II. Abarca tres áreas: la promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de justicia, paz, educación y familia; la necesidad de una evangelización y maduración de la fe a través de la catequesis y la liturgia, y para todo esto, se tomaron en cuenta los problemas que giran en torno a las comunidades para que sea más fuerte la unidad y la acción pastoral.
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