Este año de pontificado ha estado marcado para Francisco, entre otras cosas, por los numerosos y trascendentales viajes internacionales que ha emprendido. El Papa Francisco ha visitado cuatro continentes y ha participado en todo tipo de actividades que han tocado múltiples temas como el impulso al diálogo interreligioso, el compromiso en la paz, las migraciones, la atención a los pobres o el acompañamiento a la juventud.
En Japón, comprobó junto a los obispos del país el reto de ser pastores de una Iglesia muy pequeña “pero portadora de agua viva, el Evangelio de Jesús”. Proteger cada vida fue el lema de su visita al país asiático, marcado por el flagelo del bombardeo atómico.
Francisco visitó Nagasaki e Hiroshima, los lugares donde cayeron las bombas nucleares en 1945 y allí rezó y se encontró con algunos supervivientes y familiares de las víctimas. El Pontífice reiteró su condena a las armas nucleares y señaló la hipocresía de hablar de paz mientras se construyen y se venden artefactos bélicos.
En Tailandia, primera parte del viaje y una de las mayores metas a nivel mundial del tirmo sexual, el Papa Francisco denunció la explotación y la trata de seres humanos, especialmente de mujeres y niños, y pidió que el desarrollo económico beneficie a todos.
También visitó al Patriarca Supremo de los Budistas y presidió un significativo encuentro ecuménico en la universidad más grande del país, “para que la compasión y fraternidad crezcan en el mundo”.
El Papa emprendió este viaje a los países africanos, entre los más pobres del mundo, bajo un objetivo: ser peregrino de paz y de esperanza.
En Mozambique esparció semillas de esperanza, paz y reconciliación en una tierra que ha sufrido tanto en el pasado reciente a causa de un largo conflicto armado, y que la primavera pasada fue azotada por dos ciclones que causaron daños muy graves. La Iglesia sigue acompañando el proceso de paz, reafirmó Francisco y animó a las autoridades del país a trabajar juntas por el bien común.
En Madagascar, marcado por una pobreza extrema, el Papa expresó su deseo de que “animado por su tradicional espíritu de solidaridad, el pueblo malgache puede superar la adversidad y construir un futuro de desarrollo conjugando el respeto por el medio ambiente y la justicia social”, fundada por el misionero Pedro Opeka y que es una ciudad construida sobre un vertedero donde ahora hay viviendas dignas para 25,000 personas.
En Mauricio, lugar de integración entre diferentes etnias y culturas, donde está muy presente el diálogo interreligioso, el Papa condenó la tentación del bienestar egoísta y discriminatorio. También puso a este país como ejemplo de “diversidad reconciliada” y destacó su esfuerzo por “reconocer, respetar y armonizar las diferencias existentes en función de su proyecto común”.
En Rumania, como anunciaba el lema del viaje apostólico, el Papa alentó a “caminar juntos”, tanto entre los cristianos, en el ámbito de la fe y de la caridad, como entre los ciudadanos, en el ámbito del compromiso civil. También hizo varios llamados a estrechar lazos y avanzar en la unidad con la Iglesia ortodoxa, ante los retos de un mundo que vive los estragos de una “cultura del odio” y del individualismo.
Francisco llegó Bucarest con un claro mensaje ecuménico, cristalizado por su encuentro con el Patriarca Daniel y el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana. El Pontífice también lanzó un mensaje social y alertó sobre varios peligros que encarna la sociedad actual, como “una globalización uniformada que contribuye a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una sensación generalizada de miedo”.
Francisco llamó al pueblo búlgaro a ser instrumento de unidad y a “hacer de puente entre Europa central, oriental y meridional”, e invitó a todos a recorrer el camino de la fraternidad y a anteponer lo que nos une a lo que nos ha dividido o todavía nos divide.
El Pontífice presidió un encuentro en Sofía con representantes de las confesiones presentes en Bulgaria en el exhortó a los religiosos a trabajar para que la paz sea “un derecho fundamental”. Durante el acto, seis niños encendieron antorchas en representación de las seis confesiones religiosas presentes, ante lo que Francisco explicó que simbolizan el fuego del amor que arde en nosotros y que debe convertirse en un faro de misericordia, de amor y de paz.
En Macedonia del Norte, estuvo acompañado por la fuerte presencia espiritual de la Santa Madre Teresa de Calcuta, que nació en Skopje en 1910. La Santa Sede ha tratado de sostener su camino desde el principio.
Con su visita, el Papa alentó la capacidad tradicional de este país de albergar diferentes afiliaciones étnicas y religiosas, así como su esfuerzo por acoger y socorrer a un gran número de migrantes y de refugiados durante el periodo crítico de 2015 y 2016.
“Hay una gran acogida, tienen un gran corazón. Los migrantes les crean problemas, pero los acogen y los aman, y los problemas los resuelven. Es algo grande este pueblo”; destacó el Pontífice.
En Marruecos, el Papa dio un paso más en el camino del diálogo y el encuentro con los hermanos y hermanas musulmanes, para ser, como decía el lema del viaje, “Siervo de la esperanza” en el mundo de hoy. “Servir a la esperanza, en un tiempo como el nuestro, significa, ante todo, construir puentes entre las civilizaciones”, destacó el Pontífice.
Allí, entre otros lugares, visitó el Instituto para la formación de los imanes, predicadores y predicadoras, que promueve un Islam respetuoso con el resto de las religiones y rechaza la violencia y el fundamentalismo, es decir, “subraya que todos somos hermanos y debemos trabajar con la fraternidad”, dijo el Papa.
Francisco también dedicó una atención especial a las migraciones y lanzó un mensaje contra los muros que los países ricos erigen para frenar a los emigrantes. El Papa afirmó que la llegada de estas personas que huyen de la pobreza, la violencia o los conflictos “nunca encontrará una solución en la construcción de barreras, en la difusión del miedo al otro o en la negación de asistencia a cuantos aspiran a una legítima mejora para sí mismos y para sus familias”.
Fue un viaje breve pero muy importante, que junto con el encuentro de 2017 en Al-Azhar, en Egipto, ha escrito una nueva página en la historia del diálogo entre el cristianismo y el islam y en el compromiso de promover la paz en el mundo sobre la base de la fraternidad humana. Fue la primera vez que un Papa visitaba la Península Arábiga.
Los Emiratos Árabes Unidos han crecido mucho en las últimas décadas: se han convertido en una encrucijada entre Oriente y Occidente, en un “oasis” multiétnico y multirreligioso y, por tanto, en un lugar adecuado para promover la cultura del encuentro.
En Abu Dabi, el Papa Francisco firmó con el Gran Imán de Al-Azhar el Documento sobre la Fraternidad Humana, en el que juntos afirmaron la vocación común de todos los hombres y mujeres de ser hermanos en cuanto hijos e hijas de Dios; condenaron cualquier forma de violencia, especialmente aquella revestida de motivos religiosos, y se comprometieron a difundir los valores auténticos y la paz en todo el mundo. Este documento se estudiará en escuelas y universidades de varios países.
A su vuelta del viaje, el Pontífice explicó que en una época como la nuestra, “en la que es fuerte la tentación de ver un choque entre la civilización cristiana y la islámica y también la de considerar a las religiones como fuentes de conflicto”, el Gran Imán y él quisieron enviar una señal clara y decisiva de que “es posible encontrarse, es posible respetarse y dialogar, y que, a pesar de la diversidad de culturas y tradiciones, el mundo cristiano y el mundo islámico aprecian y protegen los valores comunes: la vida, la familia, el sentido religioso, el respeto por los ancianos, la educación de los jóvenes y muchos otros”.
El Papa visitó este país centroamericano para acudir a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró allí en enero. Francisco definió este evento como “una fiesta para los jóvenes y una fiesta para Panamá, y también para toda América Central, marcada por tantos dramas y necesitada de esperanza y de paz, y también de justicia”. El Pontífice también destacó el rostro multifacético de la Iglesia en América Latina: “América Latina es mestiza”, dijo.
Además subrayó la unidad entre los jóvenes, “un signo que va en contra de la triste tendencia actual de los nacionalismos conflictivos, que levantan muros y se encierran a la universalidad, al encuentro entre los pueblos”. Y agregó “Es una señal de que los jóvenes cristianos son levadura de paz en el mundo”.
A su vuelta de la visita, el Papa explicó que le llamó especialmente la atención cómo la gente levantaba en brazos a los niños cuando pasaba el papamóvil. “Los levantaban como diciendo ‘¡Mirad mi orgullo, aquí está el futuro!’. Y enseñaban a los niños. ¡Eran tantos! Y los padres y las madres orgullosas de ese niño. Pensé: ¡cuánta dignidad en este gesto y qué elocuente es para el invierno demográfico que estamos viviendo en Europa!”, dijo Francisco.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.