L'Osservatore Romano

En oración por las víctimas de las masacres en Estados Unidos

«Espiritualmente estoy cerca de las víctimas de los episodios de violencia que estos días han llenado de sangre Texas, California y Ohio», señaló el Papa Francisco al finalizar el Ángelus rezado a mediodía del domingo 4 de agosto, en la plaza San Pedro. E invitó a rezar «por quienes han perdido la vida, por los heridos y sus familiares». Antes, dedicó una reflexión al pasaje evangélico de Lucas (12, 12-21), deteniéndose en el tema de la relación del hombre con los bienes terrenales

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

El Evangelio de hoy (cf. Lucas 12, 13- 21) se abre con la escena de un hombre que se levanta en medio de la multitud y pide a Jesús que resuelva una cuestión jurídica sobre la herencia de la familia. Pero Él en su respuesta no aborda la pregunta, y nos exhorta a alejarnos de la codicia, es decir, de la avaricia de poseer. Para distraer a sus oyentes de esta frenética búsqueda de riquezas, Jesús cuenta la parábola del rico necio, que cree que es feliz porque ha tenido la buena fortuna de un año excepcional y se siente seguro de los bienes que ha acumulado.

en el capítulo doce de San Lucas, versículo 13. Es una hermosa parábola que nos enseña mucho. La historia cobra vida cuando surge el contraste entre lo que el hombre rico planea para sí mismo y lo que Dios le plantea. El rico pone ante su alma, es decir, ante sí mismo, tres consideraciones: los muchos bienes acumulados, los muchos años que estos bienes parecen asegurarle y, en tercer lugar, la tranquilidad y el bienestar desenfrenado (cf. v. 19). Pero la palabra que Dios le dirige anula estos proyectos. En lugar de los «muchos años», Dios indica la inmediatez de «esta noche; esta noche te re- clamarán el alma»; en lugar de «disfrutar de la vida», le presenta la «restitución de la vida; tú darás la vida a Dios», con el consiguiente juicio. La realidad de los muchos bienes acumulados, en la que el rico tenía que basar todo, está cubierta por el sarcasmo de la pregunta: «Las cosas que preparaste, ¿para quién serán?» (v.20). Pensemos en las luchas por la herencia; muchas luchas familiares. Y mucha gente, todos conocemos algunas historias, que en la hora de la muerte comienzan a llegar: sobrinos, los nietos vienen a ver: «Pero, ¿qué me toca a mí? Y se lo llevan todo. Es en esta contraposición donde se justifica el apelativo de «necio» —porque piensa en cosas que cree concretas pero que son una fantasía— con el que Dios se dirige a este hombre. Es necio porque en la práctica ha negado a Dios, no ha contado con Él. La conclusión de la parábola, formulada por el evangelista, es de una eficacia singular: «Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios» (v. 21). Es una advertencia que revela el horizonte hacia el que todos estamos llamados a mirar. Los bienes materiales son necesarios —¡son bienes!—… sino que son un medio para vivir honestamente y com- partir con los más necesitados.

Hoy Jesús nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón y distraerlo del verdadero tesoro que está en el cielo. San Pablo nos lo recuerda también en la segunda lectura de hoy. Él dice: «Buscad las cosas de arriba… Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra» (Colosenses 3, 1-2). Esto -se entiende- no significa alejarse de la realidad, sino buscar las cosas que tienen un verdadero valor: la justicia, la solidaridad, la acogida, la fraternidad, la paz, todo lo que constituye la verdadera dignidad del hombre. Se trata de tender hacia una vida vivida no en el estilo mundano, sino en el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo como Jesús lo amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo. La codicia de bienes, el deseo de tener bienes, no satisface al corazón, al contrario, causa más hambre. La codicia es como esos caramelos buenos: tomas uno y dices: «¡Ah, qué bien!», y luego tomas el otro; y uno tira del otro. Así es la avaricia: nunca estar satisfecho. ¡Tened cuidado! El amor así comprendido y vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda ilimitada de bienes materiales y riquezas es a menudo fuente de inquietud, de adversidad, de prevaricaciones, de guerra. Tantas guerras comienzan con la codicia.

Que la Virgen María nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio.

Al finalizar la oración mariana, el Pontífice anunció que había escrito, con ocasión del 160o aniversario de la muerte del santo cura d’Ars, una carta a los sacerdotes de todo el mundo, «para animarlos en la fidelidad a la misión a la cual el Señor los ha llamado». Después saludó a algunos grupos de fieles presentes en la plaza.

Queridos hermanos y hermanas:

Espiritualmente estoy cerca de las víctimas de los episodios de violencia que estos días han llenado de sangre Texas, California y Ohio, golpeando a personas indefensas. Os invito a uniros a mi oración por los que han perdido la vida, por los heridos y sus familias. Ave María…Hace ciento sesenta años, como hoy, murió el santo Cura de Ars, modelo de bondad y caridad para todos los sacerdotes. En esta importante ocasión, he querido enviar una Carta a los sacerdotes de todo el mundo, para animarlos en la fidelidad a la misión a la que el Señor los ha llamado. Que el testimonio de este humilde párroco, totalmente dedicado a su pueblo, ayude a redescubrir la belleza y la importancia del sacerdocio ministerial en la sociedad contemporánea.Os saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países: familias, asociaciones, fieles.Hoy están presentes diferentes grupos de niños y jóvenes. Os saludo con gran afecto! Donde hay jóvenes hay ruido y esto es una gracia. En particular, saludo a los equipos femeninos de baloncesto de las Universidades Americanas de Nuevo México y Nebraska; al grupo de pastoral juvenil de Verona; a los jóvenes de Ponte di Brenta, Entratico, Cerese; a los seminaristas del Seminario Menor de Bérgamo. Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

L'Osservatore Romano

L'Osservatore Romano, el periódico del Vaticano. Edición para México.

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