Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”. Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con Él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. (Jn. 6, 55.60-69)
Mons. Salvador Martínez Ávila *
Reflexión
Después de leer el texto varias veces nos introducimos en este primer ejercicio. Salta a la vista que Jesús y “sus discípulos” están contrapuestos. Jesús aclara que sus palabras son espíritu y son vida ¿A qué quiso referirse el Señor al decirles esto? (momento de silencio interior…) En primer lugar, unas cuantas frases antes Jesús les había dicho que la carne no aprovecha para nada, sino que el espíritu es el que tiene vida. Los discípulos habían dicho que las palabras de Jesús eran demasiado duras porque les había dicho que quien no comiera su carne y no bebiera su sangre, no tendría vida eterna. Por este motivo, me parece que el Señor se está refiriendo a dos modos de entender sus palabras. Una forma es “carnal”; esa forma no aprovecha para nada. La otra forma de interpretar sus palabras es “espiritual”, y esto lleva a la vida. En este momento puedo preguntarme: ¿De qué manera suelo interpretar las palabras de Jesús? Tanto las palabras que tomo de la Sagrada Escritura como de los signos de los tiempos (momento de silencio interior…). Mirando con sinceridad, descubro que muchas veces escucho la Palabra sin llegar a iluminar mi vida, en particular iluminarla espiritualmente; es decir, en lo que toca a la vida eterna. Es más común que adquiera criterios o luces prácticas para conducirme. El modo en que “los discípulos” querían comprender las palabras de Jesús, ¿se identificaría con lo carnal por pretender tener una aplicación práctica? (momento de silencio interior…) Cuando el apóstol Pedro responde a Jesús, más adelante en el texto: “Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna…” parece haberle dado una interpretación correcta al discurso de Jesús. Esto me hace pensar que tal vez no comprendían del todo aquello a lo que se refería Jesús, pero su confianza estaba puesta en Él, a tal grado que no se retiraría escandalizado como lo hicieron algunos discípulos. Me recuerda la actitud de la Virgen María ante las palabras del anciano Simeón: “Ella guardaba todas estas palabras meditándolas en su corazón”. Entonces la forma de entender “carnalmente” al Señor no solamente se referiría a quererlo comprender en sentido literal, sino también a querer apoderarse del misterio de la Palabra con una interpretación apresurada y “práctica” (momento de silencio interior…) Cuántas veces me he preguntado en mi vida: ¿Por qué me pasó esto…? Y he rechazado permanecer en una actitud de atención confiada delante de Dios. He preferido respuestas rápidas, fáciles que me saquen de la incertidumbre, pero en realidad no han sido la verdadera Palabra que Dios quería decirme.
Contemplación
Propongo que nos quedemos con esta frase de san Pedro y la dejemos resonar en el corazón “¿A quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna” (momento prolongado de repetición de la frase…). Después de esta frase podemos probar con variantes: “¿A quién iré? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”, “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío”, etc.
Oración
Señor Jesús, durante mucho tiempo me ha parecido que comprendía el discurso del Pan de la Vida. Más aún, que lo ponía en práctica correctamente cada vez que paso a recibir la Sagrada Comunión. Pero hoy he venido a caer en la cuenta de que entrar en comunión con tu Cuerpo y tu Sangre es acercarme al misterio al abismo del no entenderlo todo rápidamente. Frecuentemente caigo en la tentación de interpretar carnalmente tus palabras, me las apropio y las uso como si fueran palabras meramente humanas. Pero no, no es así. Son palabras del Infinito, del que me rebasa por mucho y espera de mí más confianza que certeza intelectual y está dispuesto a rumiar en el corazón por años el sentido de las cosas para obtener su sentido espiritual. Amén.
Líneas de acción
Puedo proponerme ir más despacio en mis discernimientos de la voluntad de Dios. Sobre todo al tratar de comprender el por qué profundo de los acontecimientos de mi vida.
*Mons. Salvador Martínez Ávila es Vicario General de Agentes de Pastoral de la Arquidiócesis Primada de México.
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