Lectura del Santo Evangelio
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad. Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación. Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”. (Lc. 1, 5-17)
Mons. Salvador Martínez Ávila
Reflexión
Después de haber leído varias veces el texto de este domingo podemos iniciar nuestro ejercicio de reflexión sobre este Evangelio. ¿Por qué el evangelista san Lucas nos dice que hubo admiración entre los parientes de Zacarías porque no quisieron ponerle ese nombre a su hijo, sino el nombre de Juan? (Momento de silencio interior…) A lo largo del Antiguo Testamento es verdaderamente raro encontrar que algún hijo se llamara como su padre. De hecho, en los evangelios encontramos a Simón hijo de Juan, a Juan hijo de Zebedeo y al hijo de Alfeo que no se llamaba así. Tal vez sea más probable que se nos quiera acentuar que el nombre de Juan, para el hijo de Zacarías, resultaba inesperado, y san Lucas acumula adjetivos de admiración en torno a Juan Bautista para subrayar la importancia de su persona y de su misión. El precursor del mesías, por tanto, es extraordinario por haber nacido de padres ancianos, por llamarse Juan, y por todas las características de sabiduría que fue manifestando entre sus vecinos y luego viviendo en el desierto hasta que inició su ministerio. ¿Qué significa su nombre? (Momento de silencio interior…) El nombre de Juan significa en hebreo “Dios es bondadoso” o “Dios es misericordioso”. No es raro que a lo largo de la historia de la salvación algunos fueran nombrados desde su nacimiento con nombres que indicaban su misión. Otros, por el contrario, habían cambiado su nombre más adelante en la vida porque Dios les asignaba una nueva orientación a su misión. Llegado a este punto, puedo preguntarme si mi propio nombre puede tener una indicación de la misión que Dios me dio (Momento de silencio interior…) Tal vez nunca me había preocupado por indagar el significado etimológico (origen y significado del nombre a partir de la lengua original) de mi nombre. Tal vez sí lo haya hecho, pero no me había detenido a pensar que podía tener escondido en su significado una misión para mí de parte de Dios.
Contemplación
El evangelista san Lucas nos reporta que una característica del Bautista es que “la mano del Señor estaba con Él”. Hagamos esta frase objeto de contemplación repitiéndola pausadamente en silencio interior (repetimos la frase por un tiempo aproximado de cinco minutos…) Después de haber concluido el primer ejercicio podemos adaptar la frase para apropiárnosla, como por ejemplo: “Reconozco, Señor, que tu mano está conmigo”, etc…
Oración
Señor Jesús, cada año nos regalas la celebración del nacimiento de san Juan Bautista y por medio de ella me doy cuenta de que nuestras vidas no tienen un solo momento de lejanía de tu providencia. Por la meditación y profundización del significado de mi propio nombre he descubierto que cada uno de nosotros tiene senderos únicos e irrepetibles que recorrer para bien de toda la humanidad. Tengo un por qué y un para qué en mi vida así como Tú se lo asignaste a san Juan como precursor del mesías. Danos el valor, Señor, de comprender la misión que nos has encomendado y de realizarlo así como lo hizo el Bautista y sirvió para preparar tu llegada entre nosotros. Amén.
Líneas de acción
Como efecto de la mejor comprensión de la acción de la Providencia de Dios en mi vida, trataré de vivir más conscientemente y con mayor orientación mis días. Con un por qué y un para qué, como cumplimiento de la misión que Dios me ha encomendado.
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