Mons. Salvador Martínez
Un recurso estilístico usado por el evangelista san Juan a lo largo de su Evangelio es conocido como “ironía joánica”. Este recurso consiste en que los discursos y los hechos tienen doble interpretación, una totalmente mundana y una interpretación teológica o espiritual. Por ejemplo, cuando Jesús le pidió de beber a la mujer samaritana, ella entendía que se le pedía agua normal, pero Jesús le dijo: “si supieras con quién hablas, me pedirías tú de beber, y yo te daría agua viva…”. En esta respuesta hay doble nivel de interpretación, el nivel mundano, que entiende como “agua viva” al agua que proviene de un río, en oposición al agua que viene de una cisterna. En cambio, el sentido del agua viva que propone Jesús es el don del Espíritu.
En el texto que leemos el día de hoy, Jesús afirma “yo soy el pan…” Los oyentes interpretan esta frase de manera mundana o carnal (cfr. Jn 6,63); en cambio, Jesús está hablando espiritualmente, es decir, que por medio de una acción física como “comer” se estaría realizando una presencia íntima entre el que come y el que es comido. En esta parte crucial del discurso del pan de vida Jesús repite la frase “el que come…” por cuatro veces, dando a entender que su expectativa es que aquellos que le siguen se conviertan en comensales de su “cuerpo y su sangre”, los cuales son “el verdadero pan y la verdadera bebida”.
Por desgracia, los asistentes a la sinagoga de Cafarnaum, no fueron capaces de hacer el salto de nivel de comprensión de discurso. El pasaje nos dice que entre ellos había una severa discusión (cfr. Jn 6,52); el tema de la discusión era sobre “¿Cómo podrá este darnos a comer su carne?”. Para nosotros que sabemos de la Eucaristía, este texto no nos provoca ninguna discusión, pero a ellos sí, y solamente era posible superarle dando un voto de confianza a Jesús.
Otro punto de fuerte insistencia del Señor va sobre el efecto de convertirse en comensal. Obtener o participar de la vida eterna es el efecto único y más importante del seguimiento del Señor. Dentro del texto que leemos hoy, Jesús hace referencia a este efecto ocho veces, y viendo el conjunto del discurso lo dice quince veces de una u otra forma: “yo lo resucite el último día” (Jn 6,44), dar vida al mundo (Jn 6,51), “viva para siempre” (Jn 6,58), tenga vida eterna (Jn 6,27.40.47.54).
El Señor incluso, el día de hoy se detiene a revelar la dinámica lógica espiritual de lo que dice en el versículo 57: “Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por mí”. De aquí podemos concluir que la dinámica básica en la que Jesús entiende el “comer” es el de la permanencia del ser humano, a través de Él, en Dios que es el Viviente.
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