Abimael César Juárez
En México, la cultura de voluntariado es baja, según cifras del INEGI solo el 1.6% de los mexicanos ha contribuido alguna vez en una organización no gubernamental. Sin embargo, las escuelas pueden ser un parteaguas para inculcar una cultura de la participación que vaya más allá de acontecimientos políticos, como las elecciones, o de emergencias como el sismo del 19 de septiembre.
“Está demostrado que nos gusta ayudar pero muchas veces no sabemos cómo hacerlo”, consideró Álvaro Lozano Platonoff, Director de la Comisión de Cultura de la Arquidiócesis de México, unidad que se encarga del diálogo de la Iglesia con promotores culturales para fomentar la participación social y la transparencia en la sociedad.
El especialista resaltó que durante el sismo del 19 de septiembre, se demostró que “mucha gente quería participar pero no sabía qué hacer”, por lo que la ayuda llegó a concentrar en lugares donde ya no era necesaria, lo que demuestra que no se trata solo de impulsar la participación, sino de conocer en qué ámbitos, cómo y en qué se requiere ayuda.
“Un joven que hace voluntariado evidentemente tiene una conciencia social clara, lo único que hay que hacer es crear los puntos donde pueda detonar su espíritu solidario. A quien realiza una acción de este tipo por primera vez no se le puede llamar voluntario, lo hace por curiosidad, pero, puede que esa participación le forme una conciencia de generosidad, perciba lo bueno y asuma que es algo que le gustaría hacer por más tiempo”, explicó.
De acuerdo con cifras del INEGI, actualizadas hasta 2015, el mayor número de voluntarios -38 de cada 100- colabora en organizaciones religiosas, seguido de 18 de cada 100 en actividades de servicios sociales como grupos de autoayuda, albergues, bomberos, centros de desarrollo infantil y casas cuna Si bien las cifras han aumentado en los últimos 10 años, México aún está a la baja en comparación a otras naciones.
Apoyarse de universidades y familias
Para el encargado de Cultura de la Arquidiócesis de México, hay dos lugares donde resulta necesario que se inculque la cultura de la participación ciudadana: la escuela y la familia.
La familia es la “cuna madre” donde esa voluntad se desarrolla, “si hay padres generosos que participan en alguna actividad de voluntariado, los hijos seguirán su ejemplo, en cambio, quienes no lo tienen, no lo considerarán importante. Por eso es necesario impulsar a que los padres hagan voluntariado en familia y que sus hijos lo hagan con ellos”.
Y en las universidades, donde el servicio social puede dejar de ser solo un trámite. “Todos los profesionistas al igual que los médicos o los psicólogos deberían estar obligados a dar un año de su vida en beneficio de una causa social que verdaderamente lo necesite y que con esto tengamos ingenieros construyendo puentes en comunidades marginadas de Chiapas o abogados ayudando migrantes en Ciudad. Juarez”, consideró.
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