Mariana Calleja Martínez
Estamos atravesando una era de paradojas y contradicciones. Para describir, de manera general, algunas características de la sociedad en la que nos desenvolvemos, y de las que debemos estar atentos para evitar sumergirnos en ellas, explicaré dos palabras, una seleccionada y otra nominada como “palabra del año”, de acuerdo con el Diccionario Oxford. Las palabras son elegidas por ser las más utilizadas durante el año, según su incremento exponencial en el número de citaciones y porque, de cierta manera, reflejan el espíritu, el estado de ánimo y las preocupaciones de la sociedad a lo largo de los 365 días, así como, dónde estamos parados, en qué nos hemos convertido y hacia dónde nos dirigimos.
Nos encontramos en una sociedad selfie (palabra del año 2013). Esta expresión muestra el individualismo que se vive actualmente. Aunque pudiera sonar divertido y es muy común que se practique el autorretrato con un celular, cabe mencionar que el término comenzó por el interés en subir fotos a solas, de uno mismo. Es muy profundo lo que podemos encontrar detrás, y los peligros de los que debemos estar alertas, ya que nos lleva a vivir viéndonos solamente a nosotros mismos, pero no siempre con el fin de evaluarnos para mejorar, sino porque queremos que todo gire alrededor nuestro, buscando ser el centro de atención, subir la mejor foto a Instagram y tener el mayor número de likes. La gran paradoja es que, a la vez que gastamos horas editando y subiendo fotos a las redes sociales, sin mirar a nuestro ser querido frente a nosotros, nos conmueve leer historias donde se hable de la solidaridad que ha tenido un país con los refugiados o de grandes actos de caridad.
En el 2017, estuvo nominada la palabra youthquake, la cual significa un cambio cultural, político o social significativo surgido de las acciones o influencia de los jóvenes. Me hizo reflexionar en otra paradoja, los jóvenes anhelamos un cambio positivo en el mundo, y algunos se comprometen y se unen para buscar ese bien común, como el 19 de septiembre de 2017, pero, por otro lado, hay una gran cantidad de mujeres y hombres, detrás de una computadora huyendo del compromiso. Vivimos en la era de la “red”, como lo explica muy bien Zymunt Bauman (2003), en su libro Amor líquido; hoy se busca conectar con otro, más no relacionarse con el otro, suscitando la falta de compromiso a un amor duradero y estable. Estamos a un click de desconectarnos de quien queramos, de evitar el diálogo y de bloquear a las personas si hay problemas o no funciona.
Estamos conectados a una vida ficticia y virtual, donde se encuentra todo, pero no se posee nada, donde se puede aparentar ser lo que quieras ser, pero en realidad no serlo. Este mecanismo diario, vivido en las redes sociales, diluye la identidad y te adentra al mundo relativista, quedando atrapado en la falsedad de ti mismo, de los demás y del mundo. La falta de un encuentro físico entre las personas, del diálogo, y de una mirada profunda a los ojos, nos hace perder de vista el valor que cada persona tiene, por el simple hecho de existir. Hasta olvidamos nuestra propia dignidad.
¿Sobre qué bases se está cimentando nuestra vida o la de nuestros hijos? Entre la confusión por la gran cantidad de información, los avances tecnológicos, el individualismo y el materialismo, surge la necesidad de retomar la Verdad, la Bondad, y la Belleza, como ejes rectores de nuestra vida. Es fundamental contar con pautas que nos ayuden a discernir, para elegir lo éticamente correcto y lo mejor, lo que nos lleve al Bien, a la Verdad y a la Belleza. Una de las virtudes a ejercitar actualmente es la pureza, ante tantas imágenes que hoy nos aturden, despiertan los sentidos y nos quitan la paz. Busquemos tener mayor pureza en la vida y en el corazón, limpiarnos de todo lo que nos lleva a materializar a las personas y a nosotros mismos, cerremos las puertas que nos llevan a la superficialidad, a las envidias, competencias, comparaciones y chismes. Demos una nueva mirada pura a nuestras relaciones personales, y busquemos el encuentro con los demás, no sólo estar “conectados” y medio enterados. Decidamos, primero levantar la cabeza al caminar por la calle, sonreír y saludar, tomar el teléfono y llamar, acercarnos personalmente a cada amigo o familiar, y demostremos nuestro cariño y ternura.
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