Acompañar a una persona que se encuentra en su lecho de muerte es un momento complicado pero también es un acto de caridad. ¿Qué debemos hacer en esos casos?, ¿podemos, como laicos, confesar a la persona? El Padre Salvador Barba nos responde y nos da algunos consejos.
Todo cristiano puede acompañar “a bien morir” a una persona. Entendamos como bien morir a trascender con paz espiritual y en comunión con Dios. Pero definitivamente, una persona laica NO puede confesar y perdonar los pecados de otra, sea cual sea la situación.
Si bien no podemos ofrecerle el perdón de sus pecados, si podemos ayudarle a hacer un buen examen de conciencia. Puedes ayudarte con Las 30 preguntas del Papa para un buen examen de conciencia
También podemos ayudarle a hacer un acto de contrición perfecta, que lleva al perdón de los pecados.
Te pueden ayudar:
–Oraciones para realizar un acto de contrición perfecta
–¿Qué es un acto de contrición perfecta?
No dejemos pasar la importancia de orar junto con él, para implorar a Dios su perdón, te recomendamos háblarle con voz suave, pero clara, e invítarle a confiar en el amor y en la misericordia de Dios, a arrepentirse de sus faltas, a pedirle perdón de todo corazón a Dios y a prepararse para el encuentro con Él.
Después, puedes rezar en voz alta un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria, o bien la oración preferida de la persona en agonía, alguna plegaria de tu propia devoción o alguna de las oraciones que nos propone Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.
Hermano(a), confía en Dios infinitamente bueno y misericordioso que te ama y está contigo. Pídele perdón con sencillez y humildad por los pecados que hayas cometido durante tu vida, deja este mundo en paz y marcha hacia la eternidad, en el nombre de Dios Padre que te creó; en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios, que murió por ti; en el nombre del Espíritu Santo, que te hizo hijo de Dios y miembro de su Iglesia.
Entra en el lugar de la paz y que tu morada esté junto a Dios, con la Virgen María, con San José y con todos los ángeles y los santos. Amén.
Hermano(a), te pongo en manos de Dios todopoderoso, para que vuelvas al mismo que te creó por amor.
Que cuando salgas de este mundo, vengan a tu encuentro la Santísima Virgen María, los ángeles y todos los santos.
Nuestro Señor Jesucristo, que quiso morir por ti en la cruz, te libre de la muerte eterna. El Hijo de Dios vivo te lleve a su Reino y te reconozca entre sus ovejas; que Él perdone tus pecados y te cuente entre sus elegidos; que veas cara a cara a tu Redentor y goces de Dios por los siglos de los siglos. Amén.
En el momento de la agonía, si fuese posible, traza sobre el moribundo la señal de la cruz y ofrécele un crucifijo para que lo bese, diciendo:
V. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo estén contigo, te infundan esperanza y te conduzcan a la paz de su reino.
R. Amén.
Cuando el moribundo ya ha expirado, al cerrarle los ojos, se puede decir:
Concede, Señor, a nuestro hermano(a) N… cuyos ojos no verán más la luz de este mundo, contemplar eternamente tu belleza y gozar de tu presencia por los siglos de los siglos. Amén.
A continuación puede trazarse sobre su frente la señal de la cruz y decir:
Señor, conceda a este hijo(a) tuyo(a), gozar del cielo nuevo y de la tierra nueva que tú has dispuesto para tus elegidos.
V. Vengan en su ayuda, santos de Dios; salgan a su encuentro, ángeles del Señor.
R. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.
V. Cristo, que te llamó, te reciba y los ángeles te conduzcan ante Dios.
R. Que los ángeles reciban tu alma y la presenten ante el Altísimo.
V. Dale, Señor, el descanso eterno, y brille para él (ella) la luz perpetua.
R. Que los ángeles reciban su alma y la presenten ante el Altísimo.
A continuación, puede decirse la siguiente oración:
Te encomendamos, Señor, a tu hijo(a) N., a fin de que, muerto(a) ya para este mundo, viva para ti. Por tu infinita misericordia perdona los pecados que haya cometido durante su vida. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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