La vocación es un llamado y todos, desde nuestro nacimiento, estamos llamados a la vocación de la vida, en primer lugar, después al amor y a la felicidad; pero eso no se lograría de no elegirse una vocación específica.
Independiente de cuál sea, se requiere tener como centro a Jesucristo, porque es Él quien nos da la fuerza para preparar el camino al que somos llamados.
Hallar nuestra vocación no es sencillo, actualmente hay distintas distracciones, sobre todo para los jóvenes, que los llevan a una gran depresión y a experimentar un gran vacío. Muchos no saben que sólo lo podrán llenar descubriendo a Dios, ya sea en su llamado a la vida sacerdotal, a la religiosa, al Matrimonio o a la soltería como laico comprometido o consagrado.
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Ante los cambios, en la Iglesia tenemos una gran responsabilidad de ser convocantes y acompañantes de los jóvenes que sufren ese vacío y soledad.
El llamado de un seminarista no es fácil. Muchos se enfrentan al rechazo de sus propias familias, a las grandes distracciones que un joven puede tener hoy o a una difícil situación económica. Sin embargo, aquello que mantendrá sus pasos firmes es la perseverancia en su amor de Dios, el discernimiento que hagan día a día, en la ayuda de los formadores que les sean asignados y en el acompañamiento de diversas personas de su entorno.
Si un joven tiene el objetivo de saber si tiene vocación religiosa, o específicamente vocación sacerdotal, existen 7 pasos que lo pueden ayudar en ese discernimiento:
Oración: En ella podremos encontrar a Jesucristo y experimentar su amor. El Espíritu Santo afinará el oído para que pueda escuchar, tener fortaleza y audacia para responder.
Percepción: Para descubrir lo que Dios quiere de nosotros, necesitamos hacer silencio exterior e interior.
Información: Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples, por ello es necesario el conocimiento de las diversas vocaciones y carismas.
Reflexión: La vocación es para toda la vida, por ello es importante hacer una profunda reflexión sobre este camino.
Decisión: Al descubrir lo que Dios quiere de uno, es momento de realizarlo.
Acción: Una vez tomada la decisión, ¡hay que lanzarse! Sin dejarse vencer por el miedo o alguna duda.
Acompañamiento vocacional: Es un recurso que se tiene que aprovechar, pues el acompañante vocacional es quien motivará y ayudará a percibir los signos de la voluntad del Padre.
Dios siempre llama y por ello es muy importante los trabajos vocacionales arquidiocesanos dentro de la Pastoral Juvenil Vocacional, donde la abundancia de las vocaciones es un signo de una Iglesia viva y unida.
Encontrar la vocación a la que se está llamado es todo un reto, difícil, sí; pero de ninguna manera imposible.
Los jóvenes con inquietud religiosa pueden acudir a las oficinas de promoción vocacional del Seminario Conciliar de México, con la señorita. Cristina y un servidor. O bien a las oficinas de la Arquidiócesis de México, a promoción vocacional en el piso 10. Puedes llamar al teléfono 5208-3200 ext. 2004 y 2005 con la Lic. Celeste Guzmán y un servidor.
“Subió al monte y llamó a los que quiso; y vinieron junto a Él” (Mc 3, 13)
*El padre Rubén Alanís es promotor del Seminario Conciliar de México.
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