Bautismo en la Basílica de Guadalupe. Foto: INBG/Cortesía
Lo primero que debemos saber es qué hacen los padrinos y madrinas. Un padrino debe ser un buen cristiano, ejemplar por su vida honesta, al que la Iglesia encomienda la misión de ayudar a los padres del niño en su educación cristiana.
Para que sea un cristiano cercano a su ahijado, la Iglesia le pide a los papás que ellos mismos lo escojan, cosa que cada vez es más difícil porque no suelen encontrarse buenos cristianos tan fácilmente.
Para que sean lícitamente padrinos, la Iglesia pide tres cosas:
Tampoco debe buscarse como padrinos a personas de otra religión, por buenas que sean; o a personas que no tienen un modo honesto de vivir; o personas en actividad alcohólica o bajo drogadicción. El padrino debe ser responsable porque se le encomienda nada menos que ayudar a los papás en la formación cristiana de los niños.
Es una buena obra para un cristiano aceptar responsablemente la invitación de ser padrino, siempre y cuando piense cumplir con su obligación. Sería bueno que desliguemos el ser padrino con esos gastos exagerados que, de hecho, si se hacen, corresponden a los papás.
Quien va a ser bautizado deberá tener un padrino o una madrina o uno y una, que hayan recibido los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, y lleven una vida congruente con la fe católica.
A las parejas de esposos que pretenden ser padrinos, se les pedirá constancia de su matrimonio eclesiástico, como un medio educativo que lleva a reconocer y a valorar ese estado de vida como exigencia de la vida cristiana.
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