Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuera, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos”. (Mateo 18, 15-20).
P. Julio César Saucedo Torres
Lectio: ¿Qué dice el texto?
La presente página evangélica nos presenta la modalidad para ayudar al hermano que se ha perdido para que vuelva a encontrar el camino de regreso hacia el Señor y la vivencia de la comunidad; se puede decir que, son las justas indicaciones para vivir en plenitud la corrección fraterna y ayudar al prójimo en los momentos de dificultad y fatiga.
Sustancialmente, este texto (Mt 18,15-20) es subdividido en tres partes: los versículos del 15 al 17 indican los concretos modos de la corrección fraterna; le sigue el poder de atar y desatar (versículo 18), y la importancia de la oración de intercesión (versículos 19-20).
a) La corrección fraterna (vv. 15-17). En toda comunidad se hace experiencia de la fragilidad y el pecado; ante esta circunstancia, emerge el tema de la responsabilidad eclesial, si tu hermano se ha equivocado, no puedes permanecer inerte, es necesario ir y encontrarse con él: «ve y amonéstalo a solas». El verbo «ir» indica un compromiso fraterno en el que se busca la vida del hermano; mientras que el verbo «amonestar» refiere al libro del Levítico (19,17): «No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige (amonesta) a tu prójimo, para que no te cargues con un pecado por su causa».
En el versículo 16 se indica la delicadeza con la que se busca la corrección, y el versículo 17 propone otras dos etapas para ayudar a ese mismo hermano. Si él continúa en su obstinación, entonces, debe ser tratado «como pagano y publicano»; una expresión severa hacia quien se excomulga de la propia comunidad.
b) Atar y desatar (v. 18). Esta expresión ya había aparecido anteriormente en aquel pasaje de la confesión de Pedro, en el que, al apóstol le es confiado este poder particular. Sin embargo, es importante subrayar que ahora indica la capacidad de todo creyente para hacerse mediador en el don de la reconciliación, que indudablemente encuentra su plenitud en el sacramento de la penitencia.
c) La oración en común de intercesión (vv. 19-20). Es bellísimo el verbo «acordar» utilizado en estos versículos. La traducción litúrgica expresa «ponerse de acuerdo». En griego la expresión es symphōnéō que alude a la armonía de los instrumentos musicales en una orquesta (sinfonía). La intercesión por el hermano reclama un «acordar» –una sinfonía– para pedir al Señor la gracia de la conversión.
Meditatio: ¿Qué me dice el texto?
La corrección fraterna se vislumbra como un arte que requiere de la humildad en esa dinámica de comunicación. Se puede decir que la corrección es un acto de caridad y de misericordia, fundamento de construcción fraterna y comunitaria. En muchas ocasiones, cuando se está inconforme con algún hermano en un contexto comunitario, se suele hablar a sus espaldas. Este mismo hecho, degenera en la hipocresía y el chisme; mientras que la corrección fraterna construye, porque se desea el bien del hermano, además que, implica realizarla cara a cara (face to face). Justamente, este paso establece una cierta intimidad en la que se tutela y respeta la dignidad y el honor del hermano.
Oratio: ¿Qué me hace decir el texto?
San Francisco de Sales exhortaba a que, cuando te dispongas a corregir a un hermano, repitas varias veces estas frases: «El Señor no se complace en la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez 18,23) y «¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que hay en el tuyo?» (Mt 7,3-5). Concédenos, Señor, construir la fraternidad y la comunión con aquella corrección que brota de un corazón deseoso de seguir tus pasos con fidelidad; no permitas que nuestros ojos sean altaneros para juzgar, antes bien, sean fraternos para corregirnos según tu Evangelio. Amén.
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