P. Eduardo Lozano
Apenas confirmada la noticia del terremoto y vistos sus tremendos efectos, la ayuda internacional también se puso en camino: apoyo en efectivo y en especie, rescatistas profesionales, alimentos, medicinas, casas de campaña, etc., fueron enviados por países como Japón, Guatemala, Chile, Turquía, Israel, China, Estados Unidos, España, y un largo etcétera en el que abarcamos a todo el mundo con corazón agradecido. Ayuda inmediata ante la emergencia y también para el mediano y largo plazo de la reconstrucción. Pero se trata no sólo de reconstruir viviendas, hospitales, escuelas o caminos. Con todos los países, y en una identidad fraterna, hemos de reconstruir el mundo en que vivimos:
Llegan noticias frecuentes de todos los puntos cardinales: pueblos y naciones en conflicto, fenómenos naturales que afectan a países o regiones, contaminación generalizada que acelera el calentamiento global, grupos radicalizados que toman como camino la violencia o el terrorismo, epidemias, sequías, falta de oportunidades laborales, crisis políticas, financieras, opulencia y despilfarro de unos ante la necesidad y desesperación de otros… en fin. México y el Caribe sufrieron terremotos y huracanes en septiembre del 2017 –sí– pero los males de tantos rincones del orbe parecen ser permanentes: necesitamos reconstruir con firmeza nuestro mundo. Y no sólo ante emergencias. Que el dolor y las pérdidas que sufrimos nos lleven a poner nuestro granito de arena en el escenario internacional para reconstruir –en el respeto– lo que tanto hemos dañado. Te comparto cinco puntos en los que tu pensamiento y acción ciertamente pueden enfocarse.
1.- Hablemos de respeto entre naciones y estaremos hablando de reconstruir los procesos y modos de gobierno, las relaciones comerciales, el flujo de migrantes, la colaboración para la paz. Cuando una nación es madura –en sus gobernantes, en sus instituciones, en sus ciudadanos– ciertamente aceptará la diferencia entre los pueblos y trabajará para mejorar el diálogo con todos y la promoción integral para los propios. Si un país o nación se aísla podemos decir que todos los demás corremos riesgo. Ni es posible ni conviene la indiferencia internacional o el rechazo y desprecio de otras naciones. Conocer y aceptar la diversidad, la riqueza, la historia, la cultura, los derechos de otros pueblos nos ha de llevar a reconstruir nuestro mundo. ¡Ojalá que podamos conocer mejor a países y naciones para quitar los prejuicios y clichés superficiales y ofensivos, pues ni todos los habitantes de tal nación son imperialistas, ni todos los de aquella otra beben como dicen los chistes!
2.- Hablemos de respeto entre culturas y descubramos ahí las enormes riquezas inmateriales que se han gestado por siglos y siglos, y en cada rincón de nuestro mundo. Respetar y reconstruir el modo de vivir y de pensar de un pueblo o nación, de un grupo racial o étnico, implica descubrir su lengua, su concepción del mundo, su manera de enfrentar la adversidad o de transformar y aprovechar su entorno. Démonos cuenta que una cultura no es una moda, que una ideología no siempre posee los valores probados por generaciones, que una auténtica cultura es un cultivo de lo humano, es crecimiento respetuoso y riqueza que llena el corazón. ¡Ojalá que puedas conocer y respetar las culturas cercanas, evitando la deformación y sincretismo al que nos orillan intereses pasajeros y superficiales!
3.- Hablemos de respeto histórico y recordemos que personas y naciones tenemos un pasado marcado por grandes hitos así como por errores que van desde lo sencillo hasta lo garrafal. Y todos aquellos acontecimientos finalmente son parte de nuestro ser e identidad actual. Reconocer y aceptar tanto la propia historia como la ajena es signo de madurez y cordura; reprochar y acusar por lo que sucedió –aunque hubiéramos participado en aquellos hechos- o no valorar la nobleza y heroísmo de los antepasados, sencillamente indica una grave injusticia de quien juzga. ¡Ojalá que siempre tengamos el acierto de valorar y perdonar (según sea el caso) el pasado de cada persona, así como de grupos y naciones: ahí está la raíz de nuestro presente y ahí podemos proyectar un futuro sólido!
4.- Hablemos de respeto ecológico y creo que hay mucho por hacer, pues el mundo comienza y termina en el suelo que pisas, en el agua que consumes debidamente o que dejas correr en su cauce, en el cielo que te da la lluvia y el sol; tanto nos espanta la central de energía nuclear o la explotación del subsuelo por compañías petroleras o mineras, también nos angustia la contaminación de océanos a causa de desechos plásticos difícilmente degradables, y no se diga la contaminación acústica, lumínica, atmosférica, etc.: hay mucho por hacer. Reconstruir con firmeza nuestro mundo puede comenzar con pequeñas pero significativas acciones de respeto en tu mundo doméstico, en tu trabajo cotidiano; parecería que tales acciones no sirven de mucho pero son importantes (buen uso del agua, menos “pet” y/o “unicel” y más materiales reciclables, correcto uso de desechos sólidos y de químicos de alto riesgo, entre otros). ¡Apostemos a trabajar por un mundo más limpio y mejor aprovechado!
5.- Hablemos de respeto entre religiones y recordemos cómo los apóstoles Santiago y Juan (Lc 9, 54) son reprendidos severamente por Jesús cuando intentan responder con venganza o violencia contra quienes no los quisieron recibir en el trayecto a Jerusalén: eran samaritos, mientras que Jesús y sus discípulos eran judíos. Nuestro mundo es vasto y aquí convivimos hombres y mujeres con diferentes credos religiosos. Como católicos entendemos que estamos llamados a anunciar la Buena Noticia de Jesús, y no a polemizar o pelear contra quien no comparte nuestra fe. Así mismo, tantos otros creyentes auténticos y formales conocen y viven el valor del respeto; y es en el respeto donde todos podemos coincidir en la voluntad salvadora de Dios. Respeto y reconstrucción de nuestro mundo deben ser alentados por cada credo religioso. ¡Ojalá que profundizando en nuestra propia fe nos dispongamos a vivir en espíritu fraternal con todos los hombres, hijos del único Dios!
+ Reconstruyamos con firmeza nuestro mundo: a pequeña y a gran escala, el próximo e inmediato y el que está más lejano y ajeno.
+ Reconstruyamos con firmeza nuestro mundo; es el que heredaremos a futuras generaciones y hemos de dejarlo más habitable y humano.
+ Reconstruyamos con firmeza nuestro mundo: es creación de Dios y hogar del hombre: el único y el mejor.
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