Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón (Mt 6, 21)
Diana Martínez
En lo últimos años, hemos encontrado con más frecuencia en nuestro día a día el tema de balance Familia-Trabajo. Uno se podrá preguntar por qué es novedoso, si estar con tus seres queridos y salir a trabajar no es ninguna invención de la última década. Analicemos en nuestra propia vida.
Si en este momento hicieras el ejercicio de escribir las tres cosas más importantes en tu vida, seguramente tu familia estaría en alguno de estos lugares. Y es que un ejercicio parecido lo realiza la Encuesta Mundial de Valores, y el Dr. Fernando Pliego Carrasco, sociólogo de la UNAM, lo cita en su libro, Tipos de familias y bienestar de niños y adultos: El debate cultural del siglo XXI en 13 países democráticos. La encuesta demuestra la población de los países que calificó como “muy importante” a la familia en comparación con otros temas de interés social, tales como el trabajo, la religión, los amigos, la política y el tiempo libre. México se coloca en el primer lugar de estos trece países al considerar con un mayor porcentaje a la familia.
Sin embargo, creo que es muy fácil responder esta pregunta, pero un poco más complicado llevarlo a la práctica. Si tu familia es lo más importante, ¿cuánto tiempo le dedicas?, ¿cuándo fue la última vez que te sentaste a platicar con tus hijos para conocerlos un poco más?, ¿hace cuánto tu cónyuge y tú no se dedican una comida o una cena para comentar cómo se sienten, cuáles son sus necesidades más allá de hacer cuentas o hablar de los niños?, ¿cuánto tiempo has tenido para tus papás, para tus hermanos?
Ahora, ¿cuánto tiempo has dedicado al trabajo?, ¿cuántas horas extras estuviste el último mes?, ¿tiempos de traslado?, ¿cuánto trabajo te has llevado a la casa? Quizá más de lo deseado. Y la idea de este escrito no es que nos echemos a llorar para ir a renunciar el día de mañana, sino detenernos a reflexionar: ¿A qué le estoy apostando en mi vida? ¿A qué le estoy invirtiendo?
Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón (Mt 6,21). Es decir, que nuestra vida diaria debe reflejar lo que somos, lo que pensamos y lo que queremos. A lo que más le invertimos tiempo, esfuerzo y energía, debe coincidir con aquello que más amamos.
Cada quien es libre de elegir aquello que ama, y apostar su vida a ello. Sin embargo, creo importante que, antes de elegirlo, debes dedicar un momento a pensar si eso vale la pena, porqué lo estás haciendo, por quién lo estás haciendo, si es pasajero o si vale la vida entera.
Como mencionan en la película de El Gladiador “La verdad es que los problemas y los reveses suceden con más frecuencia de la que nos gustaría.” A veces el trabajo se convierte en una necesidad vital para sustentar a esa familia que tanto queremos, y quizá es imposible dedicarle más tiempo. Otras veces el trabajo, los amigos o las diversiones son la excusa para no enfrentar nuestra propia realidad, situación o problema en la familia.
Creo importante dedicarnos un tiempo a ser honestos con nosotros mismos y revisar nuestro día o semana, y pensar: ¿en qué pasaste la mayoría del tiempo?, ¿qué hay constantemente en tu mente?, ¿cómo te dirigiste a las personas que más amas?, ¿cuándo fue la última vez que dije “te quiero”?, ¿cuándo fue la última vez que agradecí por mi trabajo y encomendé mi semana a Dios?
Tener un balance Familia-Trabajo es más que buscar un sano equilibro en tu vida. Dice el Papa Francisco en Gaudete et Exultate que, la palabra feliz o bienaventurado, pasa a ser sinónimo de santo, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha. Construir una vida plena es responder a la vocación a la que has sido llamado por Dios, un llamado a la santidad, al amor.
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