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Opinión: Si no fuera por la virgen de Guadalupe…

 

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

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En México, con cerca de 120 millones de habitantes, el 83.9% se declara católico, según el censo oficial del año 2010. Hubo un descenso de católicos, pues en el año 2000, éramos el 88.22%. Disminuimos 4.32%.

En Chiapas, con 5 millones actuales, la pertenencia a la religión católica ha ido descendiendo en forma progresiva. De 1970 a 1980, dejaron el catolicismo el 14.3% de la población. De 1980 a 1990, el 9.3%. De 1990 al 2000, el 3.44%.  Del 2000 al 2010, volvió a subir al 5.86%. Hoy, nuestro Estado registra el más bajo porcentaje de católicos; somos sólo el 58.30%. Los grupos evangélicos o protestantes, de muy diversas denominaciones y con muchas fracturas internas, aumentaron sólo en un 4.76%; son el 27.35%.  No todos los que dejaron de ser católicos se pasaron al protestantismo. Lo más preocupante es el alto número de personas que se declaran “sin religión”; son el 12.10% de la población. También tenemos pequeños grupos de musulmanes, judíos y algún budista, más agnósticos e indiferentes, y hasta anarquistas de profesión.

Esto se debe a múltiples factores, que no es el momento de analizar. Pero sería mucho menos el porcentaje de católicos, si no fuera por lo que significa para la mayoría el hecho guadalupano. La Virgen de Guadalupe significa tanto, por su amor, su cercanía, su inculturación, sus detalles tan tiernos y maternales, que aunque muchos se alejan de la estructura eclesial, no pierden su devoción hacia ella. Esto les mantiene en el catolicismo.

En estos días de sus fiestas, no son cientos ni miles, sino millones que visitan sus santuarios y le expresan de mil formas su amor. Llama la atención la serenata que le brindan importantes artistas en su Basílica. En el sur del país, las llamadas “antorchas” son un fenómeno creciente y elocuente. Miles de jóvenes, también algunos niños y adultos, recorren largas distancias, en relevos, con una llama encendida y con muchos símbolos guadalupanos. De Chiapas, algunos van no sólo a la Ciudad de México, para desde allí venirse en peregrinación, sino que van hasta el Cerro del Cubilete, a Juquila, Oaxaca, a Mérida, Yucatán, y a diversos lugares. Algunos lo hacen descalzos, por devoción. También lo hacen en bicicletas, en motos y en otros transportes. Algunos peregrinan toda la noche, o en la madrugada, a pesar del frío. Me llaman la atención las antorchas chamulas. Vi a varias mujeres, con su ropa tradicional, corriendo gozosas hasta llegar a su paraje. En algunas comunidades, alquilaron trailers, porque son muchos los antorchistas, y les sirven para guardar su equipaje y dormir. Son estas expresiones guadalupanas las que han ido abriendo el camino de la evangelización, pues por todas partes hay ermitas dedicadas a la Virgen, cuando antes no se podían edificar capillas fuera de la cabecera municipal. Ella abre los corazones, y a partir de esta devoción, llegan la Palabra de Dios y los sacramentos. Critican esto los que todo lo observan desde la comodidad de su casa, pero no son capaces del más pequeño sacrificio para expresar públicamente su fe.

Pensar

El Papa Francisco, el 12 de diciembre de 2016, dijo en la celebración que realizó en la Basílica de San Pedro: “Celebrar a María es, en primer lugar, hacer memoria de la madre, hacer memoria de que no somos ni seremos nunca un pueblo huérfano. ¡Tenemos Madre! Y donde está la madre, hay siempre presencia y sabor a hogar. Donde está la madre, los hermanos se podrán pelear, pero siempre triunfará el sentido de unidad. Donde está la madre, no faltará la lucha a favor de la fraternidad.

Celebrar la memoria de María es afirmar contra todo pronóstico que en el corazón y en la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza, no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza. Al igual que Juan Diego, sabemos que aquí está nuestra madre, sabemos que estamos bajo su sombra y su resguardo, que es la fuente de nuestra alegría, que estamos en el cruce de sus brazos”.

Actuar

A partir de esta piedad guadalupana, anunciemos el misterio de Jesucristo, en que encuentran su raíz y culmen la vida y la acción de María. Y que este gran río humano de peregrinos desemboque en la construcción del México justo y fraterno que Jesús y su Madre desean. Y a quienes menosprecian estas manifestaciones populares, sólo les recomiendo que se acerquen a las personas y conozcan el fondo de su corazón.

Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México

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