P. Eduardo Lozano
Tenemos noticia de que numerosos templos –tanto de la CdMx como de diversas poblaciones de provincia- sufrieron las consecuencias de los terremotos del pasado mes de septiembre. Torres, cúpulas, atrios, casas parroquiales quedaron dañadas o destruidas. Ahí está significado un patrimonio religioso e histórico de nuestra patria, ahí está manifiesta la fe y la devoción de tantos hermanos de ayer y de hoy. Estamos llamados a levantarnos y renovarnos también en nuestra vida de fe, en ese ámbito que nos conecta con Dios y que nos vincula a todos los hombres, según nos cuestiona el apóstol San Juan: ¿cómo dices que amas a Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien si ves? (1 Jn 4, 20)
La geografía nacional se distingue no sólo por montañas y ríos, o por selvas y desiertos. También hay una identidad “espiritual” que se proyecta en templos, santuarios, ermitas, que hablan de la fe, la tradición y devoción. Si bien conservamos un gran sentido de lo sagrado y de la fe, hemos de reconocer que también ahí necesitamos una reconstrucción; no podemos quedarnos igual que antes, hemos de renovar, purificar y fortalecer lo que nos lleva a confesar a Dios como Padre de todos y que al mismo tiempo nos vincula como hermanos. Te comparto cinco puntos que ciertamente ayudarán a reconstruir con firmeza nuestra vida de fe.
1.- Cuando hablamos de fe –virtud teologal- estamos entendiendo “la aceptación de lo que Dios nos enseña y nos pide porque sabemos que nos ama”. Así de sencillo y así de profundo. Si es aceptación entonces nadie la impone ni la exige; si su contenido es la voluntad divina nos estamos anclando con el Creador y Padre de todos; si estamos ciertos de su amor a prueba de todo entonces no habrá cosa alguna que escape a su bondad. Si acaso seguimos pensando que Dios se olvidó de nosotros o que nos castiga con los fenómenos propios de la naturaleza, seguramente nuestra fe está muy pobre y dañada, seguramente ha faltado conocer más en serio lo que es Dios y el proyecto que tiene para nosotros, sus hijos. ¡Todo lo que ha pasado es oportunidad para retomar el catecismo más elemental y recordar que Dios nos ha creado para que le conozcamos y le amemos, le sirvamos en esta vida y le gocemos en la eternidad!
2.- Vivir la fe implica vivirla en unión y participación con la comunidad de bautizados, con los que caminan a nuestro lado como feligreses o como pastores. Imposible aceptar a Cristo sin la comunidad que él mismo constituyó, pues no pasaría de ser un líder abstracto y mítico. Imposible tener una fe “personal”, “a contentillo”, no es fe, es capricho y relativismo. Es la Iglesia el ámbito propio y natural de la fe en Jesucristo. Recordemos que Él mismo llamó a doce para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar y para darles autoridad y servir a sus hermanos (Mc 3, 14; Jn 21, 15-17). ¡Todo lo que ha pasado es oportunidad para renovar nuestra pertenencia a la Iglesia, para vincularnos más a un grupo o movimiento apostólico, para vivir la fe en comunión con nuestros pastores!
3.- En casa aprendimos a recitar “El Ángel de la guarda” y fue la abuelita o nuestros padres quienes nos enseñaron a bendecir los alimentos y a dar gracias a Dios por tenerlos. Pero el trajín cotidiano, las prisas de la ciudad, la invasión de los aparatos electrónicos y tantos otros factores nos llevan a olvidar que todo nos viene de Dios y que con la plegaria le pedimos y le damos gracias. Si nuestra fe sale a relucir únicamente cuando estamos presionados o en apuros, tal parece que sería una fe como de botiquín: solo lo buscamos en la emergencia. ¡Todo lo que sucedió es oportunidad para agradecer a Dios y para implorar su fuerza ante la adversidad! Un buen propósito luego de los sismos sería que participáramos atenta y puntualmente en la Misa Dominical, así como la oración familiar y cotidiana.
4.- Quien tiene fe debe ponerse en movimiento para encontrarse con los más necesitados. Una fe auténtica y viva se nota cuando vamos por la vida haciendo el bien, como lo hizo Jesús. Yo creo que todos los que aportaron tiempo, alimentos, servicio, cualidades y habilidades en el momento de la emergencia sísmica, de alguna manera se encontraron con Dios, con Jesús. Él dijo que lo encontraríamos en el hambriento y el enfermo, en el sediento y el que necesitaba casa. ¡Todo lo que pasó es ocasión para crecer en la fe y en la caridad, virtudes hermanas que nos llevan a Dios y a los demás!
5.- Los que siguen a Jesús lo hacen motivados por su palabra y su ejemplo. Y lo hacen en un acto de fe y de amor. Hay quienes lo siguen en su vocación como esposos y padres de familia, hay quienes lo siguen en una misión de servicio humano y profesional como médicos, maestros, consejeros. También hay quienes lo siguen en la entrega total al trabajo evangelizador como religiosas o sacerdotes. Si te atreves a reconstruir con firmeza tu vida de fe, te darás cuenta que Dios te está llamando a una tarea específica y especial, concreta y permanente, pues la fe no es cuestión de un ratito ni es moda pasajera, la fe es para ti, es para siempre, es para encontrarte con Dios y con los demás. Recuerda lo que dice San Pablo a los romanos (8,28): “¡Sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes Él ha escogido y llamado!”
+ Reconstruyamos con firmeza nuestra vida de fe, seremos ganadores en las cosas que no se acaban.
+ Reconstruyamos con firmeza nuestra vida de fe y proyectémosla en el arte y las tradiciones, en los templos y en casa propia.
+ Reconstruyamos con firmeza nuestra vida de fe y promovamos la auténtica libertad religiosa, que respeta y promueve a cada persona, a cada grupo, a toda la sociedad.
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