Un sacristán es indispensable para una parroquia.
A.M.S.E.
Nos hemos acostumbrado a ver al sacristán de la iglesia donde asistimos a Misa, pero ¿conocemos y valoramos su trabajo?
Entrevistamos a algunos sacristanes de la Arquidiócesis de México. Te compartimos sus respuestas para que conozcas un poco más de su labor, y también para pedirte que no te olvides de encomendarlos al Señor.
El crecimiento espiritual. Que no sólo me beneficia a mí, sino que me ha ayudado mucho en la relación con mi familia, amigos y conocidos.
El horario. Trabaja uno toda la semana, y más los domingos y días festivos. Cuando hay Misa de 7 am hay que madrugar, cuando hay Misa de 9 pm hay que desvelarse.
Tener la disposición para hacer lo que te pidan, por ejemplo labores humildes de limpieza, y para ir a donde sea, cambiar de parroquia, de rumbo, de comunidad. Cuando haces mancuerna con el párroco, si lo cambian, te vas con él, a veces muy lejos de casa.
La diversidad de lo que tienes que hacer. A veces te toca hacerle también de monaguillo, o de lector. Nunca sabes qué vas a tener que hacer y eso hace que la labor no sea monótona, siempre hay algo diferente.
Que a pesar de mis defectos, Dios me haya llamado a servirlo. Me siento muy agradecido. Y no considero que la mía sea simplemente una ‘chamba’, si así fuera, ya hubiera renunciado. Para mí es un apostolado, un servicio a Dios y a mis hermanos.
El trato con los distintos sacerdotes. Tener capacidad de adaptación, buena voluntad, y ponerme listo para recordar cómo cada uno prefiere que le ayude.
Que hubiera cursos de actualización para sacristanes, que pudiéramos tomar para estar cada vez mejor preparados. Que hubiera buen material que pudiéramos leer, estudiar, por ejemplo, un manual. Y reuniones para conocernos entre nosotros, hacernos amigos.
Que no sólo hay varones, sino también sacristanas. Y por cierto excelentes.
El trato con la gente. Por lo general, es muy respetuoso y enriquecedor. Conoce uno a toda clase de personas, hace buenas amistades, aprende.
Al llegar y al salir, ponerme en las manos de Dios, para pedir por mis seres queridos, agradecerle mi trabajo y encomendárselo.
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