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La enfermedad nunca tendrá la última palabra

Sebastián Campos / Catholic Link

Carolina y Fernando son un joven matrimonio chileno. Llevan 7 años casados y tienen un pequeño hijo de 2 años y medio. Desde el comienzo de su relación, cuando eran novios, pusieron su fe al servicio de los demás, desarrollado un apostolado misionero para jóvenes. Ellos esperaban con ansias la llegada de su primer hijo, pero los diagnósticos médicos indicaban otra cosa. Tras cinco años de dar la pelea, Carolina quedó embarazada de forma milagrosa e inexplicable, pero su embarazo sufrió un vuelco al ser diagnosticada (con siete meses de embarazo) con un cáncer de mama en etapa cuatro, lo que hizo que el parto fuera adelantado varias semanas.

No sólo enfrentaron la enfermedad desde la fe, sino que han sido testigos, en primera fila, de la intervención de Dios de forma sobrenatural contra todo pronóstico, y junto con ello han acompañado a muchas otras personas que han sido diagnosticadas de gravísimas enfermedades, muchas de ellas casi desahuciadas. Su acompañamiento no ha sido sólo desde el consuelo, sino que en varias ocasiones, habiendo orado con fe, han ocurrido inexplicables sanaciones en algunas personas. Cuando Carolina y Fernando hablan de fe y enfermedad, saben en carne propia de lo que están hablando.

Ellos, que han vivido esta experiencia de la mano del Señor, nos quieren compartir desde su testimonio –a manera de pregunta y respuesta–, algunas claves que nos pueden servir para quienes sufren enfermedades y para quienes acompañan a estas personas.

1. ¿Por qué Dios permite enfermedades así?

Ante un diagnóstico médico que implique dolor físico o cercanía con la muerte, es inevitable  no  preguntarle a Dios: “¿Por qué a mí?” Nosotros, las primeras dos semanas de recibir la noticia del cáncer, se lo preguntamos diariamente entre lágrimas. Hoy, al experimentar cada día con fuerza su amor y misericordia, muchas veces entre dolores físicos intensos, lágrimas y frustración, podemos decir que la enfermedad es una tremenda oportunidad que tenemos de volvernos a Dios, de entablar una relación sincera y profunda con Él, y descubrir que dependemos del Él.

Respecto a si Dios permite una enfermedad, podemos mencionar dos cosas: no olvidar que Dios es Padre. Pensar que Dios quiere que nos enfermemos es, definitivamente, no conocer a Dios. Una vez le preguntaba a Dios si Él quería sanar a mi esposa, y Él me respondió con la Palabra: –“Fernando, ¿tú desearías una enfermedad para tu hijo? Evidentemente le dije: –“Dios, jamás desearía una enfermedad para mi hijo–. Entonces nuestro Señor  me habló a través de su Palabra : “Si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo…” (Mateo 7, 11).

La enfermedad no tiene la última palabra en nuestras vidas: Quien la tiene es nuestro Señor Jesús; la sanación puede ser instantánea (como nos ha tocado presenciar) o mediante un proceso paulatino de mejora (física y espiritual). El producto final de esta obra de Dios en nosotros es siempre un testimonio para su gloria y parte de su divina voluntad.

2. ¿Qué actitud espiritual es la que Dios espera?

La disposición que creemos que Dios espera de nosotros es: Fe: es creer en lo que aún no vemos (voy a estar sano). Esperanza: es confiar en Dios y en sus tiempos (si no estoy mejor hoy, lo estaré mañana) Amor: es saber que Dios nos ama, nadie que ama desea el mal para el ser amado. Dios te ama y quiere lo mejor para ti. Dios quiere sanar tu espíritu, tu alma y tu cuerpo. Tener fe en Dios y no en la enfermedad: Jesús es más fuerte que el cáncer, que el Sida, que cualquier enfermedad.

3. Para quienes no tienen fe, la medicina es el único camino; pero para los que tenemos fe, ¿cuál es su rol?

La medicina y los médicos ciertamente también son creados por Dios. Hemos entendido que debemos ser obedientes con los tratamientos y las indicaciones médicas, pero con la claridad de que el alcance de los médicos y de la medicina es limitado, mientras que Dios es ilimitado. Una vez un doctor nos dijo que Carolina tenía pronóstico de tres meses de vida, y le respondí: “Mire doctor, yo no espero de usted un milagro, sé que la medicina tiene limitaciones y usted tambié

 

n, pero confío en su trabajo y espero lo haga lo mejor posible, Dios hará el milagro”. Debemos ser obedientes y discernir. En estos dos años y medio, Dios ha manifestado su amor a través de una infinidad de personas de diferentes equipos de salud, que sin duda han sido la prolongación de su amor en nosotros.

 

4. ¿Sirve de algo ser católico o da lo mismo?

Ser católico es un regalo de Dios, y claro que sirve. Cuando hay una circunstancia de enfermedad la fe nos dona: Sacerdotes, que acuden a centros de salud, hospitales para administrar los sacramentos (nuestro hijo fue bautizado en la UCI Pediátrica el mismo día de nacido). Visita de Sacerdotes y/o Ministros de la Eucaristía en nuestros hogares, y todos los días el sacerdote puede ofrecer la Eucaristía por la recuperación de la persona enferma.

En nuestro caso, ser católicos nos ha dado la bendición también de tener amigos en la fe que nos han sostenido con su oración. Nuestra parroquia extendió sus brazos como una madre que va en auxilio de su hijo enfermo, los mismos brazos de Jesús acariciándonos, amándonos y entregándonos su paz.


5. ¿Dios quiere sanar? Si es así, ¿cuándo y a quienes?

Dios quiere sanar siempre y quiere sanarnos a todos. De eso no hay duda. Dios no discrimina en amor, Él ama. Ahora, es evidente que algún día tendremos que partir a la casa del Padre, pero Dios quiere que partamos a la casa del Padre, con el alma y el espíritu sanos, pues dice la Palabra que el Señor no quiere que ninguno se pierda. La enfermedad puede ser esa oportunidad de volvernos a Dios, de dejarnos amar por Él. Cuando Jesús le lavaba los pies a sus discípulos, llegando a Pedro, éste le dijo: “no dejaré que me laves los pies”, pero Jesús le respondió, “si no me dejas que te lave los pies entonces no te conoceré en presencia de mi Padre”. Esto significa que es un requisito dejarnos lavar por Dios, dejarnos sanar por Él, su amor sana, y esta sanación no es siempre a nuestro manera. No llegaremos al cielo si no es así. Es obligación ser sanados por Dios, ayer, hoy y mañana.


6. Para los que no sabemos cómo acompañar a alguien enfermo, además de nuestra actitud orante y cercana, ¿qué podemos hacer?

Ante el dolor todos reaccionamos de maneras diferentes. Con un diagnóstico médico desolador, algunos necesitan inmediatamente cercanía de su entorno familiar. Y en otros casos se requiere de unos días o semanas para estar con los más cercanos, llorar, tratar de comprender y buscar respuestas que ante el sufrimiento son difíciles de encontrar.

En nuestra propia experiencia, viviendo esta circunstancia de enfermedad y también visitando y acompañando enfermos, podemos mencionar algunas cosas:

Intenta ponerte en contacto con algún familiar: preguntarle cómo está anímicamente la persona, qué necesita, si es conveniente visitarla, y pedir encarecidamente que le comunique tu preocupación por ella.

Si la persona no desea por el momento recibir visita, busca alguna forma de llegar a ella: a nosotros nos enviaban cartas de puño y letra, cartulinas de colores con textos bíblicos, correos, mensajes y audios de Whatsapp. Estas cosas se agradecen profundamente.

Si accede a la visita, por más grave que esté la persona, no vayas con cara de funeral. Tampoco vayamos con lástima. Dios no nos tiene lástima, nos tiene fe.

En tu primera visita no indagues en el diagnóstico médico: ni tampoco preguntes: ¿Cómo no te hiciste chequeos antes?, ¿algo te hacía pensar que era esta enfermedad? Si la persona lo desea, te confiará lo que siente.

Acompaña con amor: incluso sin hablar mucho, acaricia, abraza, y pregunta: ¿quieres que hagamos una pequeña oración juntos? De todas las visitas que hemos realizado ningún enfermo se ha negado. Incluye a la familia del enfermo, pues ellos también necesitan que se les escuche y entregue cariño.

Nunca dejes de acompañar: muchos, al momento de recibir la noticia de una fuerte enfermedad en un ser querido, tendemos a acompañar mucho al principio, pero después por diversos motivos desaparecemos. No lo hagas, sigue de alguna forma manifestando tu amor, en la recuperación, y sobre todo en el proceso de perseverar en la fe donde se  necesita mucha compañía.

Nunca perder oportunidad para transmitir fe: ve siempre con una disposición de amor, esperanza y fe. Somos portadores de luz de Cristo, canales de su gracia. El trabajo del demonio es hacernos creer que todo está perdido.

Actualmente Carolina y Fernando viven en Chile, han sido fundadores de la Fraternidad Tiempo de Milagros, y dedican su tiempo para compartir sobre el poder de Dios en medio de la enfermedad, orando por otros enfermos, formando a quienes los acompañan y animándonos en la fe.

Carolina comenzó este proceso de enfermedad postrada en cama, hoy en día (después de dos años y 6 meses) y contra todo diagnóstico médico, está de pie, caminando sin uso de bastón. Han desaparecido los tumores en el cerebro, los pulmones, las partes óseas (entre ellos el fémur). A pesar de que han sido muchas las sesiones de quimioterapias, jamás ha manifestado efectos adversos que la inhabiliten. Hoy, junto a su marido, Fernando, la enfermedad pasó a segundo plano, y dan gracias a Dios por la vida de su hijo, por poder criarlo juntos, y porque a través de esta enfermedad tan dura pudieron conocer a un Dios vivo, actuante y para quien nada es imposible.

Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México

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